martes, 21 de febrero de 2023

“El Hijo del hombre debe morir para resucitar (…) pero ellos no entendían lo que les decía”

 


“El Hijo del hombre debe morir para resucitar (…) pero ellos no entendían lo que les decía” (Mc 9, 30-37). Jesús les revela proféticamente a sus discípulos su misterio pascual de muerte y resurrección; les anuncia que Él debe padecer mucho y morir para luego resucitar, pero ellos, sus discípulos, “no entendían” lo que Jesús les decía.

Los discípulos de Jesús no entienden lo que Jesús les dice, porque están aferrados a esta vida terrena; no entienden porque no piensan en la vida eterna; no entienden porque ni siquiera se les pasa por la cabeza, aun cuando Jesús en persona se los revela, que su Maestro, Jesús, habrá de ser traicionado y habrá de morir en la cruz, con una muerte dolorosísima y humillante, para luego resucitar y así abrir para los hombres las puertas del Cielo, cerradas hasta ese momento por el pecado original de Adán y Eva. Los discípulos de Jesús están cómodos y contentos con la vida terrena que llevan, no quieren mayores complicaciones que las que proporciona la vida cotidiana y es por eso que ni siquiera se atreven a preguntar en qué consiste aquello que Jesús les revela. No saben que ellos mismos, excepto el traidor, Judas Iscariote, cuando reciban la gracia que viene de lo alto, comprenderán el misterio pascual de Jesús y ofrecerán sus vidas por Jesús.

“No entendían lo que les decía”. Lo mismo que el Evangelio dice de los discípulos de Jesús, eso mismo se puede decir de los hombres de hoy: no entienden -o no quieren entender- lo que la Iglesia les anuncia: la Iglesia les anuncia que es necesario unir la vida propia a la Cruz de Jesús para alcanzar el Reino de los cielos; la Iglesia anuncia que sin los sacramentos de la Iglesia, no es posible alcanzar la vida eterna; la Iglesia anuncia que el hombre tiene un alma que salvar, un Cielo que ganar y un Dios al cual adorar, pero el hombre de hoy hace oídos sordos al anuncio de la Iglesia y prefiere hacer de cuenta que todo sigue igual, que esta vida terrena está para ser vivida de acuerdo a los dictados del mundo y no según los mandamientos de Cristo; el hombre de hoy prefiere no entender o más bien desentenderse de lo que Jesús dice en el Evangelio, para así vivir según sus gustos, sus pasiones, buscando el bienestar terreno, sin pensar en la eternidad. Es muy fatigoso, para el hombre de hoy, pensar en la eternidad, una eternidad que puede ser de gozo, pero también de dolor y así prefieren hacer de cuenta que Jesús no existe y que sus mandamientos son meras indicaciones de un rabbí judío que ya pasaron de moda. Los hombres de hoy eligen vivir en la ignorancia del más allá, de los novísimos -muerte, juicio, infierno, purgatorio, cielo- y por eso repiten voluntariamente la actitud de incredulidad de los discípulos de Jesús, al punto que dicen: “No queremos entender lo que nos dice Jesús”.

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