viernes, 3 de febrero de 2023

“Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra”

 


(Domingo V - TO - Ciclo A – 2023)

         “Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra” (Mc 5, 13-16). Jesús nos dice a nosotros, los cristianos, que somos “luz del mundo” y “sal de la tierra”, dos características que se deben interpretar en un sentido espiritual y sobrenatural obviamente.

         Para comprender un poco mejor la enseñanza de Jesús, debemos considerar que este mundo en el que vivimos, está sumergido en tinieblas, pero no en las tinieblas cósmicas, las tinieblas que sobrevienen cuando se oculta el sol, sino unas tinieblas preternaturales, angélicas, las tinieblas que son los ángeles caídos, que son sombras vivientes que viven para difundir el odio y el mal en el corazón del hombre. Sin la luz de Dios, el mundo está sumergido por estas tinieblas vivientes, los demonios: imaginemos una noche oscura, sin luz artificial de ninguna clase, con nubes oscuras y densas que no permiten la luz de la luna, así y mucho más todavía, es este mundo sin Dios. El cristiano está llamado a iluminar a este mundo envuelto en las siniestras sombras vivientes, pero la forma de hacerlo es por medio de la gracia santificante, que en sí es participación a la luz divina, es recibida por el alma por los sacramentos -sobre todo la Confesión Sacramental y la Eucaristía- y es comunicada por el bautizado por medio de las obras de misericordia, obras que hay que saber qué es lo que son, ya que no se trata de meras obras buenas humanas, realizadas por movimientos sociales, gobiernos u Organizaciones No Gubernamentales, ya que todas estas obras no iluminan al mundo con la luz de Cristo.

         Las obras de misericordia son luz espiritual, sobrenatural, divina, siempre que se hagan en Nombre de Jesús, porque así lo dice Él: “Un vaso de agua que déis en Mi Nombre, no quedará sin recompensa”. Aquí hay que diferenciar la obra de misericordia, que ilumina espiritualmente al mundo y nos abre las puertas del Reino de los cielos, con la filantropía, las obras realizadas por motivos puramente humanos, con fines humanos y que no tienen valor para alcanzar el Reino de los cielos, como por ejemplo, las obras buenas realizadas por movimientos sociales, o por ONGs, o por gobiernos incluso nacionales: ninguna de estas obras tiene valor para alcanzar el Reino de Dios. La obra de misericordia, sea corporal o espiritual, debe ser realizada “en el Nombre de Jesús, por Jesús, para Jesús” y no por otro motivo; además, no debe ser pregonada, de modo que sea solo Dios quien la vea y sea Él quien nos recompense, ya que no debemos nunca buscar la recompensa de los hombres. Una obra de misericordia, por ejemplo, es “dar consejo al que lo necesita”: así le sucedió a un estudiante universitario que luego ingresó en el seminario: se le acercó una tarde un hombre, que le dijo que tuvo el impulso de entrar en la iglesia y de hablar específicamente con él; le hizo preguntas de orden espiritual, el joven le contestó hablándole de Jesús, de la Virgen, de la necesidad de la oración y de los sacramentos y hubo algo en la respuesta del joven que le hizo decir al hombre: “Yo tenía la intención de ir ahora a suicidarme, pero lo que me acaba de decir me ha hecho desistir y voy a emprender el camino de la conversión”. Eso es obra de misericordia espiritual, la obra buena que se realiza en el Nombre de Jesús, por Él y para Él. Los santos son ejemplos vivientes de obras de misericordia y esas obras son las que iluminan al mundo en tinieblas. Una obra de misericordia es luz espiritual, celestial, que ilumina al mundo en tinieblas con la luz de la gloria de Dios, como dice Jesús: “Alumbre vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”. La obra de misericordia es luz espiritual, que alumbra a las tinieblas del mundo con la gloria de Dios. A esto se refiere Jesús cuando dice: “Ustedes son la luz del mundo”. El cristiano es luz del mundo cuando obra la misericordia para con el prójimo en el Nombre de Jesús. Lo mismo se dice de la sal: si una comida no tiene sal, es insípida, no tiene sabor: así esta vida terrena, sin la fe en Cristo y sin su misericordia comunicada por obras, es una vida sin sentido, oscura, sin sabor, aun cuando abunden las riquezas materiales.

         “Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra”. Pidamos la gracia de iluminar al mundo sumergido en las tinieblas demoníacas, por medio de las obras de misericordia corporales y espirituales, pero para eso, nuestras obras deben cumplir los siguientes requisitos: ser hechas en Nombre de Jesús, por amor a Él, viendo a Él misteriosamente presente en los más necesitados y recibir a su vez nosotros, previamente, la luz del Ser divino trinitario de Cristo, que se nos comunica por medio de los Sacramentos, sobre todo la Confesión Sacramental y la Eucaristía. Sólo así podremos iluminar al mundo con la Luz Eterna de Nuestro Dios, Jesús Eucaristía.

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