viernes, 15 de marzo de 2024

“Los judíos querían matarlo porque blasfemaba haciéndose Dios”

 


“Los judíos querían matarlo porque blasfemaba haciéndose Dios”. A medida que se acercan los días de la Pasión, se acrecientan los intentos y los deseos de los judíos de matar a Jesús y así lo dice explícitamente el Evangelio: “Para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no solo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre” (Jn 5, 5-18); “Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo” (Jn 7, 25-30). Desde el comienzo de su vida pública, los judíos intentan detener y matar a Jesús, ya sea porque el pueblo lo prefiere a Él y no a ellos, ya sea porque por su necedad y malicia rechazan voluntariamente creer en los milagros que hace Jesús y que demuestran su divinidad. Al actuar de esta manera, los judíos se cierran a la Revelación completa y definitiva de Dios como Uno y Trino: ellos habían sido elegidos por Dios -por eso eran el “Pueblo Elegido”- para que dieran testimonio de la unicidad divina en medio de naciones paganas; por esta razón, eran el único pueblo de la Antigüedad que creía en un Dios Uno; pero ahora, cuando son elegidos para recibir la auto-revelación definitiva de Dios como Uno y Trino en Cristo Jesús, se niegan voluntariamente a reconocer en Jesús a Dios Hijo encarnado y no solo lo rechazan, sino que lo acusan falsamente de blasfemo –“se hace pasar por Dios”, “llama a Dios su Padre”- y esa acusación se castigaba con la muerte y es la razón por la que, prácticamente desde el inicio de su aparición pública, los judíos “buscaban a Jesús para matarlo”, como lo dice el Evangelio.

“Los judíos querían matarlo porque blasfemaba haciéndose Dios”. Ahora bien, no solo los judíos buscan matar a Jesús; también nosotros, miembros de Nuevo Pueblo Elegido, volvemos a crucificar y a dar muerte de Cruz a Jesús, toda vez que lo negamos por el pecado y rechazamos su gracia. La Pasión de Jesús, su Muerte y Crucifixión, reviven místicamente con cada pecado, sobre todo el pecado mortal. En nuestra libertad está el acompañar a la Virgen por el Camino del Via Crucis, consolando a Jesús mientras luchamos por vivir la vida de la gracia, o formar parte de sus verdugos, los que con martillos clavaron sus manos y pies con clavos de hierro a la Cruz.

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