martes, 5 de marzo de 2024

“Perdona setenta veces siete”

 


“Perdona setenta veces siete” (Mt 18, 21-35). Para comprender el alcance de la respuesta de Jesucristo, debemos considerar antes cómo era el perdón entre el Pueblo Elegido. Para los judíos, el siete era el número perfecto y esto explica el hecho de que Pedro le preguntara a Jesús si se debía perdonar “hasta siete veces”, como si a la octava vez, ya se estuviera en libertad de aplicar la “ley del Talión”, es decir, “ojo por ojo y diente por diente”. Otra característica del perdón antes de Cristo es que se trata de un perdón que surge del propio corazón humano y por eso mismo es limitado, parcial, condicionado por factores como el paso del tiempo, como, por ejemplo, alguien perdona una ofensa porque ha pasado ya mucho tiempo y ha quedado en el olvido. Nada de esto forma parte del perdón cristiano, del perdón en Cristo, porque cuando el cristiano recibe una ofensa, no debe perdonar al modo del Pueblo Elegido, que no conocía a Cristo, sino que debe perdonar precisamente al modo de Cristo, como Cristo lo dice y como Cristo nos perdona.

Ahora entonces estamos en condiciones de reflexionar acerca de cómo debe ser el perdón en Cristo, el perdón cristiano, el perdón que debe ser “hasta setenta veces siete”. Una primera consideración a tener en cuenta es que el perdón en Cristo adquiere nuevas dimensiones, que trascienden el plano humano: ya no es solamente el hecho de que se extiende en el tiempo –“siempre”-, sino que se trata de un perdón que no surge propiamente del corazón humano; es un perdón que es una participación al perdón divino que Dios Padre, en el Amor del Espíritu Santo, nos otorga en Cristo Jesús, por medio del Santo Sacrificio de la Cruz. Esto último es lo que hace distintivo al perdón cristiano: es un perdón que se ofrece luego de haber reflexionado sobre el perdón recibido por el propio cristiano, por parte de Cristo, desde la Cruz: Cristo nos perdona con el Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo y lo hace desde el Trono Supremo de la Cruz, al precio de su Sangre y de su Vida y nos perdona desde siempre, por siempre y para siempre; por esta razón, el perdón que el cristiano debe ofrecer a su prójimo, tiene su origen en el Amor del Corazón de Jesús, que nos perdona sin límite de tiempo y con una sola condición, que estemos arrepentidos de nuestros pecados. El cristiano debe perdonar con el mismo perdón con el que ha sido perdonado por Cristo desde la Cruz, un perdón que se origina en el Amor Misericordioso de Dios y que nos perdona siempre, “setenta veces siete”. Solo si perdonamos de esta manera a nuestro prójimo que nos ha ofendido, obtendremos al mismo tiempo perdón y misericordia para nuestras almas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario