(Domingo
XX - TO - Ciclo B - 2024)
“Mi carne es verdadera comida,
y mi sangre verdadera bebida (…) Este es el pan bajado del cielo; no como el
que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”
(Jn 6, 51-58). Jesús vuelve a realizar a
realizar la revelación de que Él es “Pan vivo bajado del cielo, que da la vida
eterna” y que, en consecuencia, quien coma de este pan, “da la vida eterna” y “vivirá
eternamente”. Esto nos lleva a preguntarnos qué es la vida eterna, ya que no
tenemos experiencia de la vida eterna. Para darnos una idea de la misma,
podemos comenzar con algo de lo que sí tenemos experiencia y es con la vida
natural, terrena, temporal.
En la
vida que vivimos todos los días, la vida que comenzamos a vivir en el tiempo,
desde que fuimos concebido en seno materno, en esa vida, la vida transcurre en
el tiempo y en el espacio; se caracteriza por lo tanto por desplegarse en el
tiempo y en el espacio; es una vida, sí, pero imperfecta, desde el momento en
el que, tanto por nuestra naturaleza humana, que es imperfecta, como por estar
además contaminada, manchada, por el pecado original, no puede desplegarse en
su plenitud y eso la convierte en una vida sumamente imperfecta. Esto quiere
decir que los aspectos positivos de la vida, como por ejemplo, la vida misma,
la felicidad, la alegría, la paz, la fortaleza, el amor, la prudencia, y toda
clase de virtudes, que hacen a la plenitud de la vida, hacen que esta vida
terrena no sea plena en acto, es decir, la vida terrena, sujeta ya sea al
pecado original o a las tribulaciones o a las incertidumbres o a las infinitas
posibilidades que se abren en el porvenir del acontecer diario, determinan que
la vida terrena sea sumamente imperfecta, desde el momento en que ninguna de
sus características positivas se pueda desarrollar en su plenitud, en ningún
momento del tiempo terreno.
A esto
se le suma que ningún alimento terreno, como por ejemplo el pan material,
terrenal, compuesto por trigo, puede contribuir a mejorar esta situación,
porque este pan, solo de manera análoga y muy lejana o superficial, se puede
decir que nos da “vida” y esto en un sentido meramente corporal o terreno,
porque lo único que puede hacer el pan terreno es impedir que muramos de inanición,
prolongando la vida natural que ya poseemos, pero de ninguna manera concediéndonos
una vida nueva y distinta a la que ya poseemos.
En cuanto
a la vida terrena, la vida natural que cada uno de nosotros vive en el tiempo y
en el espacio, es una vida sumamente imperfecta, porque si bien hay momentos buenos,
como por ejemplo de alegría, de fortaleza, de templanza, de calma, de
prosperidad, de justicia, de amor, de paz, estos se ven empañados, ya sea
porque no se viven en su plenitud máxima, ya sea porque se le oponen momentos
de tribulación opuestos. Por ejemplo, si hay alguna alegría, esta alegría es
pasajera, nunca es total, perfectísima y siempre se acompaña de algún hecho o acontecimiento
que la empaña; si hay algún momento de fortaleza espiritual, este momento
también es imperfecto, porque se acompaña de algún hecho que demuestra nuestra
debilidad por alguna situación, que demuestra que nuestra fortaleza no se
despliega en su totalidad y así con cada una de las características de la vida
terrena.
Con relación
al pan terreno, material, ya lo dijimos previamente: solo por analogía podemos
decir que concede “vida”, en el sentido de que impide la muerte por inanición,
al concedernos sus nutrientes que, por el proceso de la digestión, se
incorporan a nuestro organismo y le impiden la autofagia celular, retrasando o
posponiendo la muerte por inanición, concediendo además solamente una extensión
o prolongación de la vida natural.
Algo
muy diferente sucede con el Pan de Vida eterna que concede Jesús, porque la
Vida eterna es completamente distinta a la vida natural que nosotros poseemos
como seres humanos y porque la Vida eterna que concede el Pan de Vida eterna
nada tiene que ver con la vida natural biológica que naturalmente poseemos los
seres humanos.
¿En
qué consiste la vida eterna?
En la
posesión en acto de todas las perfecciones de la vida eterna y esto es lo que brevemente
Trataremos de explicar qué significa. Ante todo, es eterna porque no solo es
inmortal, imperecedera, sino porque es una emanación de la vida absolutamente
eterna, sin principio ni fin, inmutable, de la divinidad[1],
de la Santísima Trinidad. Esta vida es la fuente primera de toda vida; es
indestructible, inmortal y despliega en un solo acto toda su riqueza, toda su
perfección divina, celestial, sobrenatural, sin sombra alguna de imperfección,
a diferencia de la vida del espíritu creado, que, por desarrollarse en el
tiempo, no puede desplegar en un solo acto toda su riqueza, sino que debe
hacerlo en el cambio continuo de diversos actos[2].
Es esta vida eterna la que el Hijo de Dios nos comunica de un modo sobrenatural
nos comunica, de un modo sobrenatural, a través de la Sagrada Eucaristía,
primero en germen mientras vivimos en la vida terrena, y luego en plenitud
cuando morimos a la vida terrena y comenzamos a vivir en la vida del Reino de
los cielos. Es decir, toda la perfección de la vida eterna, propia del Ser
divino trinitario, está contenida en la Sagrada Eucaristía y se nos da en
anticipo en la Sagrada Eucaristía. Cuando el espíritu creado vive con la vida
eterna, vive en Dios y su vida es de carácter divino; todo se concentra en Dios
y en torno a Dios; todo cuanto conoce y ama el espíritu lo conoce y ama en Dios
y mediante Dios. Cuando está en la tierra, cuando vive con su vida natural, se
dirige a Dios por diversos caminos, girando en torno a Dios de forma incesante,
como lo hacen los planetas en torno al sol, mientras que en la vida eterna está
en ese Sol, que es Dios, por así decirlo, con un reposo inmutable, abarcando en
el solo acto del conocimiento y del amor de Dios todo cuanto en la vida natural
debía hacerlo por medio de diversos y múltiples actos. En Dios y con Dios el
espíritu vive con la vida verdaderamente divina, eterna, perfectísima, que
brota de Dios y que hace que el espíritu se una a Dios como una sola cosa con
Él y hace que su vida sea una sola con la vida de Dios, que es vida eterna y es
esta vida eterna la que el Hijo de Dios Jesucristo nos comunica cuando dice: “El
que coma de este Pan que Yo daré tendrá Vida Eterna”. Y es aquí cuando vemos
que, si el pan terreno impide que muramos de inanición, conservándonos en la
vida corporal al alimentarnos con la substancia del pan, hecha de trigo, el Pan
de Vida eterna, compuesto por la substancia divina de la Carne del Cordero de
Dios, asada en el Fuego del Espíritu Santo, alimenta nuestras almas con la
substancia misma de la naturaleza divina de la Trinidad, nutriéndonos con el alimento
de los ángeles, el Pan Vivo bajado de los cielos, la Carne del Cordero de Dios,
el Vino de la Alianza Nueva y Eterna, la Sagrada Eucaristía, el Maná bajado del
cielo, que concede la Vida Eterna de la Trinidad a quien consume este Pan del
Altar en gracia, con Fe, con Piedad, con Devoción y sobre todo con celestial Amor.
[1] Cfr. Matthias Joseph Scheeben, Los misterios del cristianismo,
Ediciones Herder, Barcelona 1956, 708.
[2] Cfr. Scheeben, ibidem, 708.
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