miércoles, 16 de octubre de 2024

“¿Sois capaces de beber el cáliz que Yo he de beber?”


 

(Domingo XXIX - TO - Ciclo B - 2024)

         “¿Sois capaces de beber el cáliz que Yo he de beber?” (Mc 10, 35-45). La madre de los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, pide para Jesús “sentarse a la derecha y a la izquierda” de Jesús en el cielo y esto es lo que motiva la pregunta de Jesús: “¿Sois capaces de beber el cáliz que Yo he de beber?”. La razón es que Santiago y Juan no están pidiendo cargos terrenos; no están pidiendo cargos mundanos; no están pidiendo poder político; a diferencia de episodios anteriores, en los que los discípulos sí discutían por banalidades y por disputas terrenas, Santiago y Juan, iluminados por el Espíritu Santo, saben bien qué es lo que quieren: quieren sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en el Reino de Dios, pero saben que antes de eso, deben participar de la amargura de amargura de la Pasión y esto porque ven con claridad sobrenatural que Jesús no es un líder político, un simple líder terreno, sino el Mesías de Dios, el Hijo de encarnado, que por medio de su Pasión, Muerte y Resurrección, ha de salvar a la humanidad de la eterna perdición por medio de la Cruz y ellos quieren participar de su misterio pascual, de su Cruz.

         Precisamente, para trazar una clara diferencia entre el modo de obrar de los líderes humanos y del Mesías, Jesús les recuerda cómo es que obran los hombres cuando suben al poder, movidos por ideologías anticristianas y antihumanas -en nuestros días, el comunismo, la masonería, el sionismo, el ateísmo, el socialismo-: “Los jefes de los pueblos los tiranizan y los oprimen” y esto es verdad, porque las ideologías anticristianas, ateas y materialistas solo buscan el poder y el dinero, despreciando radicalmente el valor de la vida humana, tal como queda expresado en la frase del genocida comunista Stalin: “Es lo mismo asesinar a una persona que a un millón”. El Mesías se ubica en las antípodas de los líderes terrenos: mientras estos buscan mostrar poderío político, militar, financiero, social, y para eso dominan a las masas tiránicamente, Jesús muestra su omnipotencia divina en la Cruz, porque es ahí, en donde en apariencia se muestra en el máximo estado de debilidad, en donde vence a los más grandes enemigos de la humanidad, el Demonio, el Pecado y la Muerte. Es en la Cruz en donde Jesús, que aparece vencido a los ojos humanos, triunfa, de una vez y para siempre, sobre los poderosos enemigos del hombre. Al ser elevado en la Cruz, Jesús atrae a todos hacia Él: “Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia Mí”, pero lo hará no con ejércitos y cadenas, como lo hacen los líderes de la tierra, no con la violencia y la tiranía, como lo hacen los hombres, sino con la fuerza del Amor de su Sagrado Corazón. Si los hombres buscan el poder para dominar con tiranía a sus semejantes, Jesús por el contrario ejerce el poder, sí, pero el poder del Amor de su Sagrado Corazón traspasado, el Espíritu Santo. Es esto lo que han entendido Santiago y Juan y es la razón por la cual quieren beber la amargura del Cáliz de la Pasión, una gracia que Jesús les ha concedido: “Ustedes han de beber el cáliz que Yo he de beber”. De esta manera Santiago y Juan demuestran que han entendido que Jesús es Dios y que su omnipotencia es la omnipotencia de un Dios que es Amor y Justicia infinitos.

         Por otra parte, los que siguen sin comprender nada sobre el misterio pascual de muerte y resurrección de Jesús son el resto de los Apóstoles y esto lo demuestran porque al enojarse con Santiago y Juan lo hacen porque creen que Santiago y Juan están pidiendo puestos de poder terreno y porque siguen viendo a Jesús como a un líder al estilo de los líderes humanos; el resto de los Apóstoles todavía siguen sin entender que deben buscar salvar el alma propia y la de los prójimos por medio de la Cruz de Jesús, pero no, ellos siguen buscando las miserias del poder económico, militar, político, social, propios de la sociedad humana, poder que cuando no está subordinado a Dios, se ejerce de forma tiránica para dominar sobre el resto de los hombres. El resto de los Apóstoles todavía no ha llegado a comprender que Jesús, al ser Dios encarnado, no gobierna con injusticia y tiranía como lo hacen los hombres, sino con el Amor de su Sagrado Corazón. Solo ven el poder terreno y solo quieren el poder y la vanagloria que el poder consigue y quieren estar con Jesús solo por eso, no les interesan ni la Cruz, ni el Cielo, ni la salvación eterna de las almas. Es por esto que Jesús debe marcar la diferencia entre Él y el resto de los líderes humanos: siendo Dios, Él gobierna con la fuerza de su Amor, pero no desde un costoso sillón de emperador, sino crucificado con gruesos clavos de hierros a la Cruz de madera y si alguien quiere reinar con Él, debe hacerlo como Él, unido a Él y junto a Él, desde el leño de la Cruz, desde el Monte Calvario.

         En la Iglesia, muchos se encuentran como los Apóstoles antes de su conversión: no les interesa la Cruz ni el Cielo ni la salvación eterna, sino el prestigio, el poder e incluso el dinero. Otros, muy pocos, son los que entienden lo que entendieron Santiago y Juan: que la Iglesia es Arca de Salvación y que fuera de la Iglesia no hay salvación y que solo con Cristo crucificado se encuentra la salvación y que solo bebiendo del amargo Cáliz de la Pasión en esta vida terrena se llega a la dulzura del Reino de los cielos en la vida eterna. Cada uno de nosotros puede libremente elegir de qué lado quiere estar: si del lado mundano de una iglesia mundana, que ejerce un poder tiránico, que no busca la salvación de las almas sino solo el poder y el dinero y que no busca hacer la voluntad de Dios, o del lado de Jesús y su Cruz, en la cima del Monte Calvario, preludio del Reino de los cielos. Si somos hijos de la Virgen, estaremos donde está la Virgen: al pie de la Cruz, en la cima del Monte Calvario, bebiendo del amargo Cáliz de la Pasión, única forma de beber luego del dulce néctar de la Sangre del Cordero en el Reino de Dios.

 


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