Para responder a la pregunta, empecemos diciendo qué
es lo que NO ES:
La Semana Santa no es una semana de vacaciones.
No es una semana para eventos sociales.
No es una semana para eventos culturales.
No es una semana para hacer turismo religioso.
Es una semana para participar místicamente, como
Cuerpo Místico de Cristo, de la Pasión Redentora del Salvador, Cristo Jesús.
Es un
tiempo especial de gracia para unirnos, por la gracia, a Nuestro Señor
Jesucristo que, en el misterio de los tiempos, se encarna para salvarnos y, por
el misterio de la liturgia, prolonga esa encarnación para alcanzar con su
salvación a todos los hombres.
Esto es
así porque no solo el tiempo litúrgico, sino el tiempo en general, desde la
Encarnación del Verbo de Dios, que es la Eternidad en Sí misma, ya no es más una
mera sucesión lineal de unidades de medida del tiempo, sino una participación a
la eternidad del Ser divino y eterno de Dios y, en el caso particular de Cristo,
por el tiempo litúrgico, es una participación a su Misterio Pascual de Muerte y
Resurrección.
Por esta
razón, cometen un gran error los hombres y sobre todo los hombres de Iglesia, que
ven en la Semana Santa una oportunidad para hacer negocios, turismo,
recreación.
La Semana
Santa es un tiempo particular de gracia para unirnos, con el espíritu y con el
cuerpo, en el Espíritu y con el Cuerpo Místico, a Cristo Jesús, que por
nosotros lleva a cabo su misterio pascual de Muerte y Resurrección; es un
tiempo para unirnos al Misterio de la Redención del Hombre-Dios Jesucristo,
misterio que pasa por su Pasión y Muerte en Cruz y luego por su Resurrección. No
es un tiempo para hacer turismo, ni para vacacionar, ni para hacer viajes de
cultura religiosa. No caigamos en el error de la desacralización, del ateísmo y
de la secularización. No profanemos el tiempo sagrado de la Semana Santa.
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