jueves, 29 de marzo de 2012

Antes que naciera Abraham Yo Soy


“Antes que naciera Abraham Yo Soy. Entonces tomaron piedras para apedrearlo” (cfr. Jn 8, 51-59). La auto-proclamación de Jesucristo como Dios desencadena una irracional reacción por parte de los judíos: recogen piedras del suelo para apedrearlo, aunque en realidad, más que apedrearlo, lo que quieren hacer con Jesús es matarlo.

Lejos de suscitar actos de amor y de adoración, el hecho de declararse Jesús como Hijo de Dios suscita entre los judíos un ardoroso deseo de matarlo. Este impulso homicida, que forma parte esencial y central del misterio de iniquidad que anida en el corazón del hombre, conducirá luego a la crucifixión y muerte del Hombre-Dios.

Pero el misterio de iniquidad y el odio deicida contra el Hombre-Dios no es, lamentablemente, privativo de los judíos. Muchos pueblos, a lo largo de la historia, han demostrado el mismo odio deicida, el mismo odio a muerte a Dios y a su Hijo, que se desencadena, no contra el Hombre-Dios, que ya no está corporalmente en la tierra, sino contra su imagen, contra su creación más amada, el hombre, y es así como pueblos llamados "cristianos", que deberían custodiar la vida humana -más que como imperativo de ley natural, por el hecho de ser la vida humana don y creación divina en la cual Dios quiere ver reflejada su imagen y semejanza-, se empeñan por denigrarla, invertirla, destruirla, destrozarla, por medio del aborto y la eutanasia, la fecundación in vitro, el alquiler de vientres y tantas otras leyes anti-naturales.

“Antes que naciera Abraham Yo Soy. Entonces tomaron piedras para apedrearlo”. Más que apedrear a Jesús, algunos desean destruir la imagen de Jesús en la tierra por medio de leyes inicuas. De esta manera, el odio deicida, disfrazado de derechos humanos, de igualdad y de inclusión, solo traerá desgracias, amargura, dolor y muerte para el hombre.

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