martes, 27 de marzo de 2012

"Cuando la Hostia consagrada sea levantada en alto, Jesús Eucaristía derramará su Espíritu Santo


“Cuando hayan levantado en alto al Hijo del hombre sabrán que Yo Soy” (cfr. Jn 8, 21-30). El momento de la crucifixión de Jesús se muestra como pleno acontecimientos y de revelaciones celestiales, imposibles de ser siquiera imaginadas para los que la contemplen: toda la humanidad será atraída hacia Él: “Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia Mí”, y todos sabrán que él es Dios: “Cuando hayan levantado en alto al Hijo del hombre sabréis que Yo Soy”. 

Todos serán atraídos, porque su Corazón traspasado será como la compuerta de un dique que se abre, para dejar pasar al Espíritu Santo, el Espíritu del Amor divino, que atraerá hacia Jesús, y de Jesús al Padre, a toda la humanidad, y todos sabrán que Jesús es Dios, porque Jesús se aplica a sí mismo el nombre con el que los judíos conocían a Dios: “Yo Soy”. Ambos efectos de la crucifixión están anticipados en el profeta Zacarías, en donde se hace una descripción profética del Viernes Santo, día de la crucifixión del Cordero de Dios, día de luto para la humanidad, pero también día de gracia y de bendición, porque del Corazón traspasado del Señor Jesús se derramará sobre los hombres “un espíritu de gracia y de oración”, es decir, se derramará la Sangre del Cordero, y con la Sangre del Cordero, el Espíritu Santo, que penetrando en los corazones de los hombres, les concederá la gracia de la contrición del corazón, profetizada en el llanto: “Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración. Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único y llorarán como se llora al primogénito. Aquel día será grande el luto de Jerusalén (Za 12, 10-11)”. 

Por esto, las palabras de Jesús podrían quedar: “Cuando sea traspasado derramaré sobre ustedes un Espíritu de gracia y de oración”, es decir, en el momento de la crucifixión, se derramará sobre los hombres el Espíritu Santo, que concederá la gracia de la conversión, tal como le sucedió a Longinos y a muchos otros. Y como la Santa Misa es la renovación incruenta del sacrificio del Calvario, también en la Santa Misa, en la elevación de la Hostia consagrada, se repite el mismo prodigio, y es así como la Iglesia dice: “Cuando sea levantada en alto la Eucaristía, Jesús derramará desde su Sagrado Corazón Eucarístico el Espíritu Santo, espíritu de gracia, de conversión, de oración, de piedad, a quienes lo contemplen”.

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