viernes, 23 de marzo de 2012

Yo conozco al Padre porque vengo de Él


“Yo conozco al Padre porque vengo de Él (…). Entonces quisieron detenerlo, porque querían matarlo” (cfr. Jn 7, 1-2ss).
El encuentro con Cristo revela lo que hay en el corazón del hombre.
Jesús declara conocer al Padre, porque procede de Él eternamente, lo cual quiere decir auto-proclamarse como Dios. Lo que para un alma humilde, deseosa de conocer la Verdad, constituye una revelación que le ilumina el horizonte, pues en Cristo encuentra lo que busca, es decir, el camino que conduce al Padre, en otras almas, en aquellas en las que lo que domina es la soberbia, la misma revelación de la divinidad de Cristo, despierta instintos homicidas. Esto sucede cuando lo que el hombre busca no es la Verdad de Dios, sino el propio yo.
Pero no se necesita ser fariseo de la época de Jesús para querer matarlo, ni tampoco es necesario un encuentro físico con Él para buscar su eliminación: basta con saber cuál es su voluntad con respecto a su imagen viviente, el prójimo, y no querer cumplirla, a pesar de saber que es un mandamiento suyo, para convertirse en un homicida espiritual.
¿Cuántos cristianos, conscientes de que Cristo manda positiva y explícitamente, amar a los enemigos, viven y obran como si jamás hubieran escuchado el mandato divino del perdón al prójimo?
¿Cuántos cristianos, que conocen el mandato de Jesús de perdonar “setenta veces siete”, frente a la ofensa de su prójimo se comportan como homicidas al negarse a perdonar?
Solo al pie de la Cruz, y al pie del altar eucarístico, en la contemplación del amor infinito del Corazón de Cristo, que se dona sin reservas para perdonar, desaparece el instinto homicida que anida en el fondo del corazón humano. 

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