viernes, 10 de junio de 2016

“Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”


(Domingo XI - TO - Ciclo C – 2016)

         “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor” (Lc 7, 36-8, 3). La escena evangélica en la que la mujer pecadora derrama perfume en los pies de Jesús, los besa y los seca con sus cabellos, representa y anticipa el Sacramento de la Confesión y, de parte de María Magdalena –según muchos autores, es ella esta mujer-, la contrición del corazón, es decir, el arrepentimiento perfecto del alma que se duele por haber ofendido a Dios, infinitamente bueno y justo, con la malicia del pecado. Esta escena representa la esencia del Sacramento de la Reconciliación, que se basa en el Amor, tanto de parte de Dios, que perdona, como del alma, que se arrepiente y pide perdón, movida no por un miedo irracional a Dios, sino por el Amor de Dios. En el Sacramento de la Penitencia se reproduce la escena entre Jesús, el Hombre-Dios, y la mujer pecadora. Dios, que es Amor” (cfr. 1 Jn 4, 8), se manifiesta al alma, en lo más profundo de su ser, en un doble sentido: se revela como Dios-Amor Misericordioso, Encarnado en Cristo Jesús; por otro lado, ilumina al alma para que esta se conozca a sí misma en las tinieblas y en la malicia del pecado, que ofende la majestad, la bondad y la justicia divinas; al mismo tiempo, le concede la gracia para que acepte esta condición de ser pecadora. El alma, a su vez, contemplando a Dios que se le revela en Cristo Jesús y contemplándose a sí misma al mismo tiempo como pecadora, puede o no aceptar la gracia de la contrición del corazón, porque Dios respeta nuestro libre albedrío; si lo hace, aparece en el alma el arrepentimiento perfecto del corazón, un arrepentimiento que es salvífico y que abre las puertas del alma para que entre el Amor de Dios en su plenitud. 
        Pero lo que hay que tener en cuenta es que ya desde el inicio, antes de la contrición, actúa Dios, que es Amor, revelándose como Amor Perfectísimo y Justicia Perfectísima, y revelando al alma a sí misma en su condición de pecadora. 
           Es por esto que la escena representa también la esencia de la religión en cuanto unión de Dios con el hombre, y esa esencia es el Amor: Dios se comunica por Amor, revela al alma su condición de pecadora por Amor y la perdona por Amor; a su vez, el alma, recibiendo la gracia de conocerse a sí misma, responde también con amor –“Amor con amor se paga”, dice el dicho-, por lo que, como vemos, la relación entre Dios y el alma -la religión- está basada en el Amor. 
            El arrepentimiento perfecto, la contrición del corazón, está basado en el Amor, y es en esto en lo que consiste tanto la contrición del corazón, como el perfecto temor de Dios, que es el amor filial del hombre hacia Dios, un amor por el que ama tanto a Dios, que se duele con el solo pensamiento de poder llegar a ofenderlo con la malicia del pecado. 
         Por el contrario, el miedo a Dios, que lleva a un arrepentimiento sumamente imperfecto, porque no está basado en el Amor a Dios, no es salvífico, porque el alma no se une a Dios por el Amor, sino que simplemente se mantiene a distancia de Él, buscando de no ofenderlo, pero movida por el temor al castigo divino –el Infierno- y no por el Amor a Dios.

“Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”. Que Santa María Magdalena interceda por nosotros para que, movidos por el Amor del Espíritu Santo, alcancemos la perfecta contrición del corazón y vivamos el Sacramento de la Penitencia como lo que es, el derramarse de la Divina Misericordia sobre nuestras almas, y así, encendidos en el Amor de Dios, hagamos el firme propósito de no volver a pecar, de alejarnos de las ocasiones de pecado y de estar dispuestos a morir, antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado.

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