Luego de su resurrección, y luego de dejar a
Los discípulos, absortos en la contemplación de su figura, quedan mirando al cielo, cuando Él desaparece de su vista.
¿En qué consiste
El hecho de no tener en claro estos conceptos básicos, fue -y es- aprovechado- por pensadores cristianos, de matriz protestante, para elaborar un "cristianismo sin Cristo" y una "religión sin Dios".
¿Cómo es esto posible? Veamos. Según un autor protestante, Robinson -basado y seguido a su vez por otros autores protestantes, como Bonhoeffer, Tilich, Bultmann-, las expresiones “ascender”, “descender”, pueden dar lugar, erróneamente, a una interpretación demasiado “espacial” o “material”, al hablar de un Dios “allá en lo alto”, lo cual conduce a otro error, el creer que Dios es un ser "metafísico" o "sobrenatural", trascendente al hombre.
Para estos autores -que escriben en desacuerdo radical con el Magisterio de
Sin embargo, estos autores, con Robinson a la cabeza, no postulan la desaparición, ni de Dios ni de Cristo, ni del cristianismo; ellos abogan por la construcción de una religión sin Dios -trascendente, sobrenatural, celestial- y por un cristianismo sin Cristo. Al no haber un Dios “más allá”, Robinson, Bonhoeffer -y lamentablemente, con ellos, muchos autores católicos-, sostienen que Dios está en el interior de cada uno, y que la tarea de cada uno es hacer lo que hizo Cristo: descubrir que Él era Dios: así como Cristo descubrió que Dios no estaba “más allá”, sino que Él era Dios, así debe hacer el cristiano, descubrir que él es su propio Dios. De esta manera, no se elimina el concepto de Dios, ni de Cristo, ni del cristianismo, sino que se los redimensiona, despojándolos de todo elemento "sobrenatural", "mitológico", "religioso", concediéndoles de esta manera el verdadero significado: religión sin Dios trascendente, y cristianismo sin Cristo. Todo lo cual no constituye sino una reedición del viejo error gnóstico, que busca desplazar la idea de un Dios metafísicamente distinto al hombre, para constituir al hombre en su propio dios.
Pero los católicos, que deseamos mantenernos fiel a la Verdad revelada por Jesucristo, y custodiada y transmitida con celo sobrenatural por la Santa Madre Iglesia, no podemos caer en estos errores. Pese a todas las elucubraciones de teólogos que intentan demoler el cristianismo, para construir un nuevo cristianismo sin Cristo y sin Dios, Cristo es Dios, y “asciende a los cielos”, es decir, introduce a su Humanidad santísima, gloriosa y resucitada, que ha pasado por la muerte y por la cruz, y ha resucitado, en el seno de Dios Uno y Trino, constituyéndose en el Rey de cielos y tierra, que ha de venir a juzgar a los hombres en el Último Día.
Mientras tanto, los miembros de
Y en este peregrinar al cielo, como para que no nos queden dudas de ese Dios Uno y Trino que nos espera en el “más allá”, tenemos, en la tierra, algo más grande, infinitamente más grande que los cielos, y es
[1] Cfr. Meinvielle, J., Un progresismo vergonzante, 47.
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