miércoles, 7 de agosto de 2013

“Los cachorros comen las migajas de la mesa de sus dueños”



“Los cachorros comen las migajas de la mesa de sus dueños” (Mt 15, 21-28). La respuesta de la mujer cananea agrada tanto a Jesús, que la felicita y le concede el milagro que buscaba: la curación de su hija: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Y en ese momento su hija quedó curada”. Lo que agrada a Jesús es su fe, pero también su profunda humildad, que es el requisito necesario para el acto de fe: la mujer cananea no solo no se ofende cuando Jesús la compara indirectamente con unos cachorritos, sino que profundiza su acto de humildad, asimilando para sí esa comparación, dando lugar a la plena manifestación de su fe: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños!”. La secuencia en la mujer cananea es entonces: humildad, fe, y don de Dios, concretado en el milagro de curación de su hija.
Del episodio se ve que la humildad es un requisito indispensable para la acción de la gracia, porque luego de su acto de humildad, recibe la gracia para el acto de fe que ya venía insinuándose. Pero la gracia es anterior al acto no solo de fe, sino de humildad, porque no haría ese acto de humildad, sino hubiera recibido ya en cierto modo, la gracia para hacerlo. Si la mujer cananea hubiera rechazado la primera gracia, la de la humildad, y hubiera demostrado ese rechazo a través de un acto de soberbia, inmediatamente se habría bloqueado la gracia para el acto de fe.
Todo acto de soberbia es una participación, aunque sea pequeña, al gran acto de soberbia de aquel que creó la soberbia en su ennegrecido y duro corazón angélico, soberbia que le valió la expulsión del cielo para siempre.

La mujer cananea es entonces un ejemplo para todo cristiano, puesto que muestra, además de humildad y fe, una gran sabiduría, al rechazar la soberbia, pecado capital que impide la acción de la gracia y el ejemplo es ante todo en el momento de recibir la Eucaristía, porque no puede recibir el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan que Dios Padre sirve a sus hijos en la mesa del altar, quien tiene un corazón soberbio. 

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