"Los escribas y
los fariseos querían encontrar algo de qué acusarlo" (Lc 6, 6-11).
Mientras Jesús se compadece de un hombre que tiene la mano paralizada, los
escribas y fariseos, hombres religiosos, desprecian el gesto de misericordia de
Jesús y se concentran en las supuestas faltas legales que pueda hacer, para
tener "de qué acusarlo". Detrás de este gesto doblemente maligno
-impiadoso para el hombre enfermo, porque no les interesa su curación, y
agresivo hacia Jesús, porque quieren acusarlo-, se encuentra el Príncipe de las
tinieblas que, sabiendo quién es Jesús, lanza en su contra a hombres que
aparentan ser religiosos por fuera, pero que destrozan a su prójimo con sus
actos malintencionados. En el fondo, el ataque del demonio es contra Dios,
representado en el hombre con la mano paralizada, puesto que el prójimo es
imagen de Dios -en este caso, el hombre con la mano paralizada-, pero es
también un ataque contra Dios en Persona que se ha encarnado, en la Persona
del Hijo, en Jesús de Nazareth.
Muchos cristianos,
en la Iglesia, repiten el gesto malintencionado de los escribas y fariseos:
mientras aparentan piedad y devoción por fuera -pues asisten a Misa, se
confiesan y comulgan-, no dejan sin embargo de tramar contra el prójimo, murmurando contra él y buscando su daño de múltiples maneras, contradiciendo así a la condición de
cristianos, que debe caracterizarse por la compasión y la misericordia, y haciéndose merecedores del calificativo de "hipócritas" dado por Jesús en persona a quien, aparentando ser religioso, se comporta con falsedad.
Muchos en la Iglesia
imitan a los escribas y fariseos y se convierten en aliados conscientes e
inconscientes del Príncipe de las tinieblas, toda vez que murmuran contra el
prójimo, atribuyéndole malicia y negando la misericordia.
"Los escribas y
los fariseos querían encontrar algo de qué acusarlo". Como cristianos,
debemos cuidarnos mucho de enjuiciar a nuestro prójimo y de faltar a la caridad
y a la compasión, porque la hipocresía religiosa es una de las cosas que más
aleja al alma de Dios, y la aleja tanto más, cuanto más aparenta el alma ser devota
y practicante de la religión.
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