“El
que no está contra nosotros, está con nosotros” (Mc 9, 38-40). Los discípulos quieren impedir a uno que expulsa
demonios en nombre de Jesús, pero que no pertenece a ellos, que lo siga
haciendo, pero Jesús no se los permite. La razón que da Jesús es que “nadie
puede hacer milagros en su Nombre y luego hablar mal de Él” y que “el que no
está contra ellos”, “está con ellos”.
Es
decir, al contrario que sus propios discípulos, Jesús no se opone a que alguien
que no es discípulo suyo, en su Nombre, expulse demonios, porque en este caso
se aplica el de modo positivo el principio “el que no recoge, desparrama”. Aquí,
sería: “el que recoge, no desparrama”, o sea, “el que exorciza, evangeliza”. Un
experto demonólogo, como el Padre Antonio Fortea, sostiene que en muchas
culturas no cristianas, en donde no existe el sacerdocio católico, Dios concede,
a algunas personas, el poder de exorcizar, es decir, de expulsar a los
demonios, para aliviar a los hombres del poder del maligno, como en el caso del
Evangelio, y esto ocurriría no solo en regiones en donde no ha llegado la
civilización, sino incluso en vastas zonas descristianizadas de la
tecnologizada Europa[1].
Paradójicamente,
hay muchos cristianos que, a diferencia de este pagano del Evangelio, sólo
llevan el nombre de Cristo, porque actúan en contra de Cristo, a las órdenes
del demonio, actuando como verdaderos posesos y cometiendo todo tipo de
delitos: narcotráfico, robo, usura, violencias, lujuria, calumnias, asesinatos,
blasfemias, traiciones, perversiones, toda clase de malidades. Estos falsos cristianos,
a diferencia del pagano del Evangelio, que sin ser cristiano, combatía al
demonio en nombre de Cristo, por el contrario, ayudan a que el enemigo de los
hombres conquiste cada vez más almas para su reino de tinieblas, ayudándolo en
su siniestra tarea de perversión y corrupción.
A
ellos, Cristo les dice: “El que no está con nosotros, está contra nosotros,
trabajando junto con el enemigo de las almas, el Demonio, aun cuando lleven el
nombre de cristianos. Y si no se arrepienten a tiempo y cambian, estarán contra
nosotros, bajo el peso de la Justicia Divina, por toda la eternidad”.
[1] Cfr. J. A. Fortea, Exorcística, Complemento del Tratado Summa Daemoniaca, Instituto
Tomás Moro, Asunción, Paraguay, 80.
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