“Ustedes
tienen la mente enceguecida” (Mc 8,
14-21). Todo en este Evangelio gira alrededor del pan: Jesús usa una figura, la
levadura, utilizada en la elaboración del pan, para advertirles a sus
discípulos que se cuiden de la envidia y de la soberbia, que hincha e infla el
corazón humano, así como la levadura hincha e infla la masa que luego de cocida
proporcionará el pan: “Cuídense de la levadura de los fariseos y de la de
Herodes”.
El
Evangelio gira alrededor del pan también porque mientras
Jesús les está dando consejos de orden espiritual, los discípulos están
preocupados por el pan, pero el pan material, ya que es esto lo que destaca
el evangelista: “Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan”. Precisamente,
esta excesiva preocupación por lo material es lo que enoja a Jesús y
motiva su durísimo reproche: “¿A qué viene esa discusión porque
no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente
enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen”. Es decir, Jesús pretende darles una enseñanza espiritual, pero ellos no son capaces de levantar sus ojos más allá de la materia.
“Ustedes
tienen la mente enceguecida”. Muchas veces nuestro corazón se hincha por la
levadura de los fariseos y la de Herodes, la envidia y la soberbia, y nos
volvemos necios, vanos, soberbios y envidiosos, materialistas y orgullosos, y
así no comprendemos el Evangelio del Pan, la Santa Misa, en donde está el
secreto de la felicidad, la raíz de la vida, la fuente del amor, el Origen Único
y Absoluto de nuestra dicha total y definitiva, nuestra Pascua Eterna, la Vida
Feliz para siempre. Todavía no comprendemos que la Eucaristía es el Principio y
el Fin de nuestra dicha eterna, y mientras no lo comprendamos somos, al igual que los discípulos del Evangelio, como
ciegos y sordos y tenemos la mente enceguecida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario