viernes, 14 de octubre de 2016

“Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”



“Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc 12, 1-7).  El hipócrita es aquel que, mientras dice una cosa, por dentro piensa lo exactamente opuesto. La característica del hipócrita es la mentira y es sobre esto acerca de lo que advierte Jesús. La “levadura” de los fariseos, es decir, aquello que, desde el interior, aumenta su soberbia, es la hipocresía, la falsedad, la doblez de corazón. La advertencia es tanto más sorprendente, cuanto que la hipocresía –que debe ser evitada por el cristiano- se da en aquellos que, al menos a los ojos de los hombres-, pasan por ser religiosos, los fariseos. Es llamativo y parece una contradicción o una paradoja, porque los fariseos, siendo religiosos, son mentirosos –hipócritas-, lo cual indica que “su padre” de ellos no es Dios, en quien no hay falsedad ni engaño alguno, sino el Demonio, el “Padre de la mentira” (Jn 8, 44). Si un religioso miente, niega a Dios, Verdad y Bondad infinita, como su Padre, al tiempo que lo reconoce al Demonio; de ahí la gravedad de la mentira, de la falsía y de la hipocresía, propia de los fariseos, porque es el sello distintivo del Demonio en un alma. Si es inconcebible la mentira en un cristiano cualquiera, mucho más lo es en un hombre religioso, sea laico o consagrado, porque es indicio de que su corazón es “cueva de ladrones” (cfr. Jn 2, 16), ladrones que roban la gloria de Dios, los ángeles caídos, y no sagrario de Jesús Eucaristía, en quien no cabe falsía ni engaño alguno.

“Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Un cristiano que tenga el hábito de mentir –aun cuando estas mentiras sean en materia no grave-, demuestra que no conoce a Jesucristo, Sabiduría y Verdad de Dios encarnada o, peor aún, que lo conoce, pero lo rechaza, prefiriendo al Demonio, “Padre de la mentira”. El cristiano que miente, es un fariseo.

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