miércoles, 5 de octubre de 2016

El Padre Nuestro en la Misa


         “Padre Nuestro que estás en el cielo”: en el Padre Nuestro nos dirigimos a Dios Padre, que está en el cielo, pero en la Misa, el cielo viene a la tierra, o nosotros, que estamos en la tierra, somos llevados al cielo, porque el altar eucarístico se convierte en una porción del cielo, en donde está el Principio Increado de la Trinidad, Dios Padre.
         “Santificado sea tu Nombre”: en el Padre Nuestro pedimos que el Nombre de Dios sea santificado, es decir, alabado, ensalzado, glorificado; en la Santa Misa, quien alaba, ensalza, glorifica, santifica el Nombre de Dios es el mismo Dios Hijo en Persona, Cristo Jesús, que en la Eucaristía está Presente con su Ser divino, Tres veces Santo.
         “Venga a nosotros tu Reino”:          en el Padre Nuestro pedimos que venga el Reino de Dios; en la Santa Misa, más que venir el Reino de Dios, viene el Dios que es Rey de los cielos y tierra, Cristo Jesús, que entrega su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en la Eucaristía.
         “Hágase tu Voluntad, así en la tierra, como en el cielo”: en el Padre Nuestro pedimos que se haga la voluntad de Dios, en los cielos y en la tierra; en la Santa Misa, Jesucristo cumple ofrece su Vida, su Cuerpo y su Sangre en la Cruz del Altar, para que se cumpla la voluntad santísima de Dios, que es que todos los hombres nos salvemos.
         “Danos hoy nuestro pan de cada día”: en el Padre Nuestro pedimos el “pan de cada día”, es decir, el pan material para alimentar el cuerpo; en la Santa Misa, Dios nos da algo infinitamente más valioso que el pan material para alimentar el cuerpo y es el Pan de Vida eterna, que nutre el alma con la substancia exquisita de la Vida y el Amor de Dios Trino.
         “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: mientras en el Padre Nuestra pedimos perdón por las ofensas hechas a la majestad divina por medio de nuestros pecados, al tiempo que ofrecemos el propósito de perdonar a quienes nos ofendan, en la Santa Misa Dios Padre sella el perdón divino por medio de la Sangre de su Hijo derramada en la Cruz y recogida en el altar eucarístico, al tiempo que nos da la fortaleza y el Divino Amor, contenidos en la Eucaristía, para que seamos capaces de perdonar a quienes nos ofenden, con el mismo Amor con el que Él nos perdonó desde la Cruz.
         “No nos dejes caer en la tentación”: pedimos que no nos deje caer en la tentación; en la Santa Misa Dios Padre nos da lo que le concedemos y más, porque nos da el Cuerpo de su Hijo Jesús en la Eucaristía, que nos concede su misma fortaleza, la fortaleza del Hombre-Dios, para que resistamos a la tentación, pero también nos da su Sagrado Corazón Eucarístico, para que no solo no tengamos malos pensamientos, sino para que tengamos sus mismos pensamientos, santos y puros.

         “Y líbranos del mal”: en el Padre Nuestro pedimos a Dios que nos libre del mal; en la Santa Misa, esa petición no solo está concedida, desde el momento en que se trata de la renovación incruenta del Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual venció al mal personificado, el Demonio y al mal del espíritu humano, el pecado, sino que además nos concede la bondad de su Corazón, la misma Divina Bondad con la cual venció a la rebelión del Ángel caído y destruyó el pecado del hombre.

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