“Yo
soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca
en las tinieblas” (Jn 12, 44-50). Jesús
es muy claro en sus palabras: Él es la luz y quien no cree en Él, permanece en
tinieblas. Ahora bien, a lo largo de la historia, miles de sectarios han tomado
estas palabras y, ya sea directa o indirectamente, se las han aplicado a sí mismos,
presentándose como otros tantos cristos o bien como “mensajeros” directos de
Cristo y esto, incluida la misma Iglesia Católica, de cuyo seno surgieron
Lutero y los reformistas, dando origen al más grave cisma de la Iglesia
Católica.
La
pregunta, entonces, es, ¿cuál es el Cristo, el que es “luz” y sin el cual, el
alma queda en tinieblas? La respuesta es que el único Cristo que es “luz eterna”,
porque proviene del Padre, que es luz eterna e Increada, y que con su luz
ilumina a los ángeles y santos en el cielo, porque es el Cordero que es la
Lámpara de la Jerusalén celestial, y en la tierra ilumina con la luz de la Gracia,
la Verdad y la Fe, es el Cristo de la Iglesia Católica. La razón es que las
palabras de Cristo en cuanto a que Él es la luz y quien no está iluminado por
Él está en tinieblas, no son metáfora, sino realidad y pueden ser realidad sólo
si Cristo ES verdaderamente, en su Ser y en su Naturaleza divina, Luz Increada,
y esto solo lo sostiene la Iglesia Católica, según lo afirma y reza en el
Credo: “Dios de Dios, Luz de Luz”.
“Yo
soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca
en las tinieblas”. Sólo el Cristo de la Iglesia Católica, el que está Presente
Verdadera, Real y Substancialmente en la Eucaristía, es el Verdadero y Único
Cristo. Los demás, son todos anti-cristos.
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