“Sacaron
tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse” (Lc 5, 1-11). La escena evangélica de la primera pesca milagrosa nos
muestra cuán distinta es la actividad apostólica y misionera de la Iglesia,
cuando es Jesús con su Espíritu quien la guía, a cuando somos los hombres los
que, confiando solo en nuestras fuerzas, nos dedicamos a un activismo
infructuoso.
Este
activismo infructuoso está representado en la pesca realizada por Pedro y los
demás durante la noche: la barca es la Iglesia y Pedro el Vicario de Cristo; la
noche significa ausencia de oración, movilización continua, actividad
frenética, planificaciones estériles y agotadoras. Así como la pesca fue infructuosa
–no pudieron sacar ni un pez-, así es esta actividad que, sin el Espíritu de
Jesús y so pretexto de “aggiornamento”, "modernismo" o “progresismo”, deja de lado la
Tradición, el Magisterio y la contemplación y adoración eucarística.
Por
el contrario, la pesca milagrosa, realizada en plena luz del día y bajo la guía
de Jesús, significan que “lo que es imposible para el hombre, es posible para
Dios” y que es Jesús quien, con su Espíritu, acerca a las almas a la Iglesia,
representada en la barca de Pedro.
“Sacaron
tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse”. Ser fieles a
la Santa Fe Católica de hace veinte siglos, ser fieles a la Tradición, al
Magisterio y a la Biblia de traducción católica, hacer adoración eucarística,
rezar el Santo Rosario y recién, solo recién, el apostolado y la misión. Que serán
fructíferos si Jesús, el Dios de la Eucaristía, así lo dispone.
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