Para saber qué es lo que la Iglesia festeja litúrgicamente
hoy, es conveniente meditar en las reflexiones de un monje y teólogo cartujano[1]
acerca del tema.
Dice así este monje cartujano: “La dedicación que
conmemoramos hoy, se refiere, en realidad, a tres casas (…) La primera es el
santuario material (…) la segunda casa es el Pueblo de Dios (…) la tercera casa
es el alma en gracia”. Entonces, partiendo de la Casa de Dios material, que es
el templo, la Iglesia celebra también esa otra casa de Dios que es la Iglesia
en cuanto Pueblo de Dios; por último, se festeja en este día una tercera casa
espiritual, que es el alma en gracia, convertida en templo del Espíritu Santo
por el Bautismo: “Vosotros sois templo de Dios, y el Espíritu de Dios habita en
vosotros” (1 Co 3, 16).
La “Casa de Dios” material o santuario, es necesaria, dice
el monje cartujo, porque si bien podemos rezar en cualquier lugar y a cualquier
hora, es necesario sin embargo –por nuestra naturaleza material y espiritual-
que haya un lugar específico, consagrado a Dios, en el que se pueda orar a Dios
con mayor comodidad, y cuando esto se hace entre varios, se cumplen las
palabras de Jesús para ese lugar: Él está Presente “cuando dos o más se reúnen
en su nombre” (Mt 18, 15-20): “La primera es el santuario material... Si bien
es preciso orar en cualquier lugar y no existe realmente ningún lugar donde no
se pueda orar. Sin embargo, es algo muy adecuado haber consagrado a Dios, un
lugar especial donde todos nosotros, cristianos que formamos esta comunidad,
podemos reunirnos, estar y orar a Dios juntos, y obtener así más fácilmente lo
que pedimos, gracias a esta oración en común, según la Palabra “si dos o tres
de vosotros os ponéis de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi
Padre que está en el cielo (Mt 18,19)”.
Esta, la material, es la primera Casa de Dios que la Iglesia festeja hoy.
La segunda Casa de Dios que se festeja
hoy, es la reunión de los consagrados por el bautismo, de aquellos que han sido
incorporados orgánicamente al Cuerpo de Cristo por la gracia bautismal y que
forman, en consecuencia, el Pueblo de Dios; estos son “Casa de Dios”, al igual
que la casa material, pero la diferencia es que los “ladrillos” de esta casa
están formados no por elementos materiales, sino por las almas de los
bautizados: “La segunda casa de Dios, es el pueblo, la santa comunidad que
encuentra su unidad en la iglesia, es decir, vosotros que sois guiados,
instruidos y alimentados por un solo pastor u obispo. Esta es la morada
espiritual de Dios, donde nuestra iglesia, esta casa de Dios material, es el
signo. Cristo se ha construido este templo espiritual para sí mismo... Esta
morada está formada por los elegidos de Dios pasados, presentes y futuros,
reunidos por la unidad de la fe y de la caridad, en esta Iglesia, una, hija de
la Iglesia universal, y que no se ha hecho, por otra parte, más que una con la
Iglesia universal. Considerándose parte de las otras iglesias particulares, no
es sólo una parte de la Iglesia, como lo son todas las demás Iglesias. Estas
iglesias constituyen no obstante todas juntas la única Iglesia universal, Madre
de todas las Iglesias... Al conmemorar la dedicación de nuestra iglesia, no
hacemos más que recordar, junto con de acciones de gracias, himnos y alabanzas,
la bondad que Dios ha manifestado a este pequeño pueblo, llamándolo para que lo
conociéramos...”. En esta segunda Casa de Dios, de la cual el templo material
es signo, está formada por aquellos que forman una unidad entre sí por la fe y
la caridad, profesan un solo Credo y aman a un solo Dios, Uno en naturaleza y
Trino en Personas. Los miembros de la Iglesia son el Nuevo Pueblo Elegido, que
peregrina por el desierto de la historia y de la vida humana, hasta la
Jerusalén celestial, “cuya Lámpara es el Cordero”.
Por último, la tercera Casa de Dios que
se festeja litúrgicamente hoy, es el alma individual, que por el bautismo, le
ha sido quitada la mancha del pecado original, ha sido arrebatada del poder del
Príncipe de las tinieblas, y le ha sido conferida la dignidad de hijo de Dios
por la gracia santificante, y por esta misma gracia, ha sido convertido, con su
cuerpo y su alma, en templo del Espíritu Santo: “La tercera casa de Dios, es
toda alma santa dedicada a Dios, consagrada a Él por el bautismo, que ha
llegado a ser templo del Espíritu Santo y morada de Dios... Cuando celebras la
dedicación de esta tercera casa, acuérdate simplemente del favor que has
recibido de Dios cuando se te ha elegido para venir habitar en ti por su gracia”.
Y aquí se da una paradoja, porque aquél que debería homenajear a su Dios, por
haberlo así consagrado, recibe sin embargo él mismo un homenaje –inmerecido,
por cierto-, y es que el mismo Rey que lo ha consagrado como hijo suyo, Cristo
Dios, viene a inhabitar en su alma, por la Eucaristía.
Pero podríamos decir que hay una Cuarta Casa -o Primera, según como lo veamos- que se celebra
hoy, y que es el fundamento de las tres Casas de Dios a las que hemos hecho
referencia, y es la descripta en el Apocalipsis: “Vi la ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia
que se adorna para su esposo. Y escuché una voz potente que decía desde el
trono: “Ésta es la morada de Dios con los hombres, y acampará entre ellos.
Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos”. Pero no vi santuario alguno en
ella; porque el Señor, Dios todopoderoso, y el Cordero, es su santuario. Nada
profano entrará en ella, ni los que cometen abominación y mentira, sino
solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap 21, 2-3. 22. 27).
[1] Cfr. Lansperge el Cartujano (1489- 1539), Sermón sobre la Dedicación de la Iglesia;
Opera omnia, 1, 702s.
No hay comentarios:
Publicar un comentario