martes, 11 de septiembre de 2018

Dedicación o Consagración del templo



Homilía en ocasión de la consagración o dedicación del templo parroquial
de la Parroquia San José de la Ciudad de Alberdi, 
Diócesis de la Santísima Concepción,
Tucumán, Argentina.

         ¿Qué es o a qué se llama la “Dedicación” o “Consagración” de un templo? Como su palabra lo indica, es la destinación de un edificio al uso exclusivo del culto sagrado, o también la consagración, es decir, el convertir en sagrado o perteneciente a lo sagrado, algo que antes no  lo era. Antes de la dedicación o consagración, el edificio puede ser utilizado para fines mundanos; luego de la consagración, sólo puede ser utilizado para el culto de Dios, porque el edificio en sí se vuelve sagrado. Esto significa que en el templo consagrado no se pueden desarrollar tareas o actividades mundanas, porque no sólo sería desvirtuar el fin, que es el culto de Dios, sino que sería además ofender a la majestad de Dios, desarrollando en el templo una actividad que no es digna de esa majestad. Como dijimos, consagrar es hacer o volver sagrado algo que antes no lo era; el templo consagrado deja de pertenecer a los hombres, para pertenecer a Dios. Ésa es la razón por la cual todo lo que se desarrolla en el templo, debe ser dedicado a Dios. Las conversaciones, las posturas, la vestimenta, deben ser acordes a la dignidad del templo y a la majestad de Dios. Por eso no se puede hablar de temas mundanos, como la familia, el tiempo, la economía, etc., porque no solo son mundanos, sino porque se rompe el silencio, absolutamente necesario para que el alma pueda unirse a Dios y escuchar su voz. En el templo solo debe reinar el silencio o sino, las oraciones sagradas o las canciones sagradas. Con respecto a estas, existe una falsa concepción de que lo antiguo es pasado de moda y obsoleto, mientras que lo nuevo, por ser nuevo, es bueno. Es un grave error, porque Dios es eterno y lo que era bueno y santo en la Antigüedad, como el canto gregoriano, lo sigue siendo y lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos, porque Dios es Santo e Inmutable. Y puesto que Dios es santo, lo que se haga en el templo debe estar dirigido a la santidad de Dios, orientado a la santidad de Dios y causado por la santidad de Dios. Esta es la razón por la cual en el templo sólo se pueden desarrollar actividades litúrgicas, porque la liturgia es el modo por el cual la Iglesia, como Cuerpo Místico, se dirige a Dios. Si en el templo consagrado sólo se deben desarrollar actividades litúrgicas como misas, bautismos, matrimonios o sacramentos en general, quiere decir también que cualquier actividad mundana –comer, bailar, aplaudir, cantar canciones mundanas, etc.- implica una real profanación del templo, por cuanto el templo está consagrado para Dios y sólo para él. La actividad mundana puede ser de tal magnitud, que el templo puede ser declarado como des-consagrado, con lo cual en ese caso, el templo debería ser consagrado nuevamente. Es lo que sucedió y sucede en regímenes comunistas, por ejemplo, en los que los templos son confiscados a la fuerza para ser convertidos en caballerizas, almacenes, depósitos, etc. Es lo que está sucediendo en países socialdemócratas de Europa, en donde cientos de templos son abandonados por la apostasía del clero y de los fieles, para ser convertidos en restaurantes, bibliotecas, salones con pistas para practicar deportes como el skateboard, etc. Y en muchos otros casos, el colmo de la des-consagración es la demolición del templo sagrado para levantar en su lugar un emprendimiento comercial.
Ahora bien, lo que hay que considerar es que todo lo que se dice del edificio, se dice del alma, antes y después del bautismo antes del bautismo, el alma es sólo una creatura de Dios; después del bautismo, el alma es hija adoptiva de Dios porque ha recibido, de parte de Dios, su santidad y pasa a ser propiedad de Dos. Y esto a tal punto, que el alma y el cuerpo son convertidos en templo del Espíritu Santo, de manera que la Trinidad inhabita en ese cuerpo. De ahí que la profanación del cuerpo –con malos pensamientos, malos deseos, malas palabras-, o la introducción de substancias tóxicas en el cuerpo, o el uso del cuerpo para actividades pecaminosas, o el tatuarse la piel -en el Levítico se dice: "No te harás tatuajes", 19, 28-ofende gravemente a Dios, porque se está mancillando y profanando una propiedad de Dios. A partir del bautismo, el cuerpo deja de ser propiedad de la persona bautizada, para ser propiedad de Dios, de ahí que todo lo que no sea santo y se haga con el cuerpo, ofende a su divina majestad. Para darnos una idea de cómo el cuerpo es templo del Espíritu Santo, tomemos la siguiente situación: decir una mala palabra, aun cuando sea pensada, es el equivalente a que en el templo se reproduzcan, por los altavoces, esas mismas malas palabras; tener malos pensamientos o mirar cosas pecaminosas, es el equivalente a que en el templo se proyectaran, en las paredes, esas mismas imágenes o escenas pecaminosas; beber alcohol en exceso, equivale a que en el templo se derramaran litros y litros de bebidas alcohólicas a tal punto, que todo el templo quedaría impregnado con el olor a alcohol –es la razón por la cual los que se embriagan, junto a otros grupos de pecadores empedernidos, jamás entrarán en el Reino de los cielos, como lo dice la Escritura-; realizarse tatuajes, es como escribir cosas blasfemas en las paredes del templo.
Conmemorar la consagración o dedicación del templo no es sólo recordar que el templo material está destinado al culto divino: es ocasión para recordar nuestro propio bautismo, día en que nuestro cuerpo fue dedicado o consagrado a Dios y convertido en templo del Espíritu Santo y en morada de la Santísima Trinidad. Es ocasión entonces para renovar el uso exclusivamente sagrado del templo y de nuestro cuerpo.

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