martes, 4 de junio de 2019

Dejemos todo en manos de Jesús



         Después de haber reparado, con su triple declaración de amor, su triple negación en la Pasión, el Vicario de Cristo, Pedro, se pone en marcha para seguir a Jesús[1]. En ese momento, ve que viene Juan caminando inmediatamente detrás de él y, como amigo suyo que es, siente interés por conocer el futuro de Juan, el discípulo amado. Tanto el afecto como la curiosidad lo mueven a preguntarle a Jesús: “Señor, ¿y a éste, qué?”. La respuesta de Jesús, según muchos comentadores, debe leerse como sigue: “Si yo quiero que éste permanezca hasta que Yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme”. Esta respuesta significa en realidad: “Incluso si Yo permitiera que Juan se quedara hasta la Segunda Venida, ¿por qué te importa esto? Tú sígueme y deja el destino de los demás en mis manos”. Es decir, Jesús le está diciendo a Pedro –y por lo tanto, también nos lo dice a nosotros-: “Tú, sígueme; no te preocupes por el destino de los demás, porque el destino de los demás y de todo el universo está en mis manos”.
         A nosotros nos viene bien la respuesta de Jesús, porque siempre tenemos tendencia a creer que todo o bien depende de nosotros, o bien que a Dios no le importa nuestro destino. Este pasaje del Evangelio reafirma lo que dice la Escritura en otro lugar: “No se cae una hoja de un árbol sin que Dios lo permita”. Entonces, debemos rezar por nuestros hermanos, pero no preocuparnos por su  destino, pues el destino, su vida, su existencia, al igual que el destino, la vida, la existencia, de Pedro y de cada uno de nosotros, están en las manos de Jesús, que son las manos del Padre. Y lo que está en las manos del Padre, nada ni nadie puede arrebatarlo: “Nadie puede arrebatar lo que está en las manos de mi Padre” (Jn 10, 29). Este párrafo nos enseña que, por lo que debemos verdaderamente preocuparnos es por seguir a Jesús y que a pesar de las tribulaciones, pruebas y tristezas de esta vida, debemos vivir en santa paz, sabiendo que todo –nuestra vida, la de nuestros seres queridos y el mundo entero- está en las manos ensangrentadas de Cristo.



[1] Cfr. B. Orchard et al., Verbum Dei. Comentario a la Sagrada Escritura, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1957, 780.

No hay comentarios:

Publicar un comentario