lunes, 24 de junio de 2019

“Entrad por la puerta estrecha”



“Entrad por la puerta estrecha” (Mt 7, 6. 12-14). Jesús nos dice que, para entrar en el Reino de los cielos, es necesario entrar por la “puerta estrecha”, en contraposición con la “puerta ancha” que conduce a la eterna condenación. Es decir, en la vida terrena, en la que estamos de paso hacia la vida eterna, hay dos puertas, una estrecha y otra ancha, a las cuales debemos elegir, indefectiblemente, antes de pasar a la vida eterna. Ahora bien, nadie nos obliga a ir ni por una ni por la otra, sino que se trata de una libre elección: puedo elegir libremente cuál de las dos puertas prefiero. Jesús nos aconseja elegir la puerta estrecha y evitar la puerta ancha, porque la primera lleva al cielo, mientras que la segunda, al infierno.
“Entrad por la puerta estrecha”. ¿Cuál es la puerta estrecha? ¿Qué implica esta elección? La puerta estrecha es la Cruz y su elección implica, como dice Santo Tomás, elegir todo lo que Cristo eligió en la Cruz y despreciar todo lo que Cristo despreció en la Cruz. Al contemplar a Cristo crucificado, vemos que Cristo eligió en primer lugar el sacrificio, ya que dio su vida libremente por nosotros, por nuestra salvación; al sacrificio se le oponen la holgazanería y la pereza, por lo que si no combatimos a esta tentación, tanto en el cuerpo como en el alma –hay una pereza corporal y una espiritual, esta última se llama “acedia”-, estamos eligiendo la puerta ancha. El otro elemento que encontramos al contemplar la Cruz es el Amor, porque Cristo se ofreció en sacrificio movido única y exclusivamente por el Amor a Dios y a los hombres. Este amor implica el amor a Dios y al prójimo, incluido el enemigo, porque Cristo Jesús nos manda amar a los enemigos –personales, no a los enemigos de Dios y de la Patria-, de manera que si elegimos el rencor, el odio o la venganza, estamos eligiendo lo opuesto al Amor y nuevamente nos dirigimos a la condenación eterna, porque es más fácil dejarse llevar por el deseo de venganza, que amar al enemigo hasta la muerte de Cruz, movido por la gracia.
“Entrad por la puerta estrecha”. La puerta estrecha es, entonces, la Cruz, la Santa Cruz de Jesús: si la elegimos, elegiremos el yugo de Dios, que es “suave y liviano”, y así salvaremos nuestras almas.


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