domingo, 4 de octubre de 2020

El Padrenuestro se vive en la Santa Misa

 



          Los discípulos le piden a Jesús que les “enseñe a orar” y Jesús les enseña una oración nueva, la oración del “Padrenuestro”. Esta oración es especialísima, ante todo, por el hecho de haber sido enseñada por el mismo Jesucristo en Persona; otra particularidad, es que por ella nos dirigimos a Dios como nuestro “Padre” y esto es algo real y no metafórico, desde el momento en que Él nos ha adoptado como hijos suyos por la gracia del Bautismo sacramental. Sin embargo, hay algo que la hace muy especial, y es que el Padrenuestro se vive en la Santa Misa. Veamos de qué manera.

          “Padrenuestro que estás en los cielos”: mientras en el Padrenuestro nos dirigimos a Dios “que está en el cielo”, en la Santa Misa, Dios Padre se hace Presente en Persona, junto a Dios Hijo y a Dios Espíritu Santo, porque al hacerse presente Dios Hijo en la Eucaristía, también están presentes las otras Personas de la Santísima Trinidad, por el motivo que son inseparables: donde está Una, están las Tres. Y como el altar se convierte en una parte del cielo en donde mora la Trinidad, por la Santa Misa Dios Trino, que está en el cielo, se hace Presente en la tierra.

          “Santificado sea tu Nombre”: en el Padrenuestro pedimos la santificación y glorificación del Nombre de Dios: en la Santa Misa, es Cristo Dios en Persona quien, con la renovación incruenta y sacramental de la Santa Misa, santifica y glorifica el Nombre Tres veces Santo de Dios, a nombre nuestro.

          “Venga a nosotros tu Reino”: en el Padrenuestro pedimos que el Reino de Dios venga a nosotros, que estamos de momento en la tierra; en el Padrenuestro, no solo el cielo baja a la tierra, porque el altar durante la Misa se convierte en el cielo, sino que baja a la tierra nada menos que el Rey del Reino de los cielos, Cristo Jesús en la Eucaristía.

          “Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”: en el Padrenuestro pedimos que se haga la voluntad de Dios en nuestras vidas, voluntad que siempre es santa, por ser la voluntad de Dios; en la Santa Misa, esa voluntad de Dios se cumple, porque es voluntad de Dios que todos nos salvemos y por la Misa, que es la renovación incruenta y sacramental del Santo Sacrificio de la Cruz, salvamos nuestras almas y así cumplimos, ya en la tierra, la santa voluntad de Dios, que está en el cielo.

          “Danos hoy nuestro pan de cada día”: mientras en el Padrenuestro pedimos a Dios por el “pan de cada día”, con el cual alimentamos nuestro cuerpo, en la Santa Misa, además de recibir esta gracia de su Divina Providencia, recibimos algo que ni siquiera nos imaginamos que podíamos recibir, ni sabíamos que existía si no hubiera sido revelado: recibimos el Pan de Vida eterna, el Pan Vivo bajado del cielo, el Verdadero Maná llovido del cielo, la Sagrada Eucaristía, con la cual alimentamos nuestras almas para la vida eterna, al consumir la substancia divina misma.

          “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos perdone y nos comprometemos nosotros a perdonar a quienes nos ofenden: en la Santa Misa, esta petición se cumple porque se renueva sobre el altar el Santo Sacrificio de la Cruz, sacrificio por el cual Dios Padre perdona nuestros pecados, en virtud de la Sangre derramada por Cristo; además, por la Comunión Eucarística recibimos la fuerza divina del Amor del Corazón de Jesús, con el cual podemos perdonar, en la realidad y no en el mero deseo, a quienes son nuestros enemigos ocasionales.

          “No nos dejes caer en la tentación”: en el Padrenuestro pedimos la fortaleza para “no caer en la tentación”: por la Santa Misa, recibimos en la Comunión la fuerza divina de Jesucristo, que no solo nos fortalece para no caer en la tentación, sino que nos comunica de sus gracias y virtudes divinas, que son infinitas.

          “Líbranos del mal”: en el Padrenuestro pedimos a Dios que nos “libre del mal”: en la Santa Misa, Dios Padre cumple con este pedido, porque por la Muerte de su Hijo en la cruz, que se renueva sacramental e incruentamente en la Santa Misa, son derrotados los causantes de nuestros males, nuestros enemigos mortales, el Demonio, el Pecado y la Muerte.

          Por todas estas razones, en la Santa Misa se vive la maravillosa oración del Padrenuestro.

         

         

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