domingo, 4 de octubre de 2020

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo”

 


(Domingo XXVIII - TO - Ciclo A – 2020 9

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo” (Mt 22, 1-10). Jesús compara al Reino de los cielos con un banquete de bodas que un rey prepara para su hijo. Para saber el significado de la parábola y su inserción en el misterio salvífico de Cristo, debemos saber cuál es el significado sobrenatural de sus elementos. Así, el rey que organiza el banquete de bodas, es Dios Padre; el hijo del rey es Jesucristo, Dios Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad; las bodas, representan la unión mística y nupcial entre la Segunda Persona de la Trinidad, el Verbo de Dios y la naturaleza humana de Jesús de Nazareth, en el seno virgen de María; el salón de fiestas es el lugar de la Encarnación del Verbo, es decir, el seno purísimo de María Santísima; los mensajeros del rey que invitan a las bodas, son los ángeles buenos y también los justos y profetas del Antiguo Testamento, que anunciaron la Primera Venida del Mesías; los primeros invitados, que rechazan la invitación a las bodas, son los integrantes del Pueblo Elegido, que desconocen al Mesías y lo crucifican; el segundo grupo de invitados, entre los que hay buenos y malos, son los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido, los bautizados en la Iglesia Católica, entre quienes hay, efectivamente, quienes siendo pecadores buscan vivir en gracia y quienes viven abandonados al pecado.

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo”. Falta un elemento, y es la ira del rey hacia los primeros invitados, puesto que manda a sus ejércitos a que arrasen la ciudad y den muerte a los invitados. La imagen puede parecer fuerte y la reacción del rey, un tanto desproporcionada; sin embargo, es lo que sucedió en la realidad, ya que Jerusalén fue arrasada por los romanos en el año 70 después de Cristo y es un signo de cómo no puede el hombre burlar a la Justicia Divina: si rechazaron la Misericordia de Dios encarnada, Jesucristo, crucificándolo, entonces les queda pasar por la Justicia de Dios. La ciudad arrasada y sus moradores muertos son figura también de las almas condenadas, es decir, de aquellos invitados a las bodas, los bautizados, que en vez de aceptar vivir en estado de gracia, eligieron vivir y morir en el pecado y por eso son figuras de los hombres que se condenan en el Infierno por propia elección.

“El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo”. Nosotros formamos parte del segundo grupo de invitados al Banquete celestial: no despreciemos el llamado a la conversión eucarística y recibamos, en nuestras almas y con el corazón en gracia, el manjar del Banquete celestial, con el que Dios Padre celebra la unión nupcial de Dios con la humanidad, el Pan de Vida Eterna, la Sagrada Eucaristía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario