viernes, 9 de octubre de 2020

“¡Ay de ustedes, fariseos, porque se olvidan de la justicia y del amor de Dios!”

 


“¡Ay de ustedes, fariseos, porque se olvidan de la justicia y del amor de Dios!” (Lc 11, 42-46). Para entender mejor los “ayes” de Jesús, hay que tener en cuenta quiénes eran los fariseos, los escribas y los maestros de la ley: eran la casta religiosa de los tiempos de Jesús, es decir, eran, en teoría, quienes se dedicaban al servicio sacerdotal y a las funciones religiosas en general. Considerados desde afuera, deberían ser, como mínimo, buenos; sin embargo, Jesús les dedica fuertes reproches. A los fariseos, les dice: “son como esos sepulcros que no se ven, sobre los cuales pasa la gente sin darse cuenta”; a los doctores de la ley les dice: “abruman a la gente con cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni con la punta del dedo”. Es decir, al ser hombres religiosos, los fariseos, los escribas y los doctores de la ley, en teoría, deberían ser hombres sabios, justos y ante todo, misericordiosos; sin embargo, en la realidad, se habían convertido en otra cosa, radicalmente distinta y que niega su condición de hombres de religión: se habían convertido en hombres que exteriormente eran religiosos, pero en su interior, habían pervertido la religión, al olvidarse de su esencia, la justicia y la misericordia. Se habían convertido en “sepulcros blanqueados”, hermosos por fuera, pero por dentro, llenos de “podredumbre y miseria”. Nada de esto pasa desapercibido a los ojos de Jesús que, en cuanto Dios, puede ver el interior del hombre y es esta la razón de los “ayes” que Jesús dirige a los hombres religiosos de su época.

“¡Ay de ustedes, fariseos, porque se olvidan de la justicia y del amor de Dios!”. No debemos creer que los “ayes” son sólo dirigidos a los fariseos, escribas y doctores de la ley: también son dirigidos a nosotros, los católicos, si es que cometemos el mismo error, el de olvidar la esencia de la religión, que son la justicia y la misericordia.

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