domingo, 4 de octubre de 2020

“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá”

 


“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá” (Lc 11, 5-13). Con el ejemplo de un hombre que acude inoportunamente a la casa de su amigo para pedirle un poco de pan a fin de convidar a otro amigo que lo ha venido a visitar de improviso, Jesús nos quiere hacer ver dos cosas: por un lado, la necesidad de la oración; por otro lado, la necesidad de que la oración sea constante y perseverante, “a tiempo y a destiempo”. En el ejemplo dado por Jesús, el amigo que está ya descansando, se levanta finalmente, por la insistencia de su amigo, a darle lo que le pide, es decir, los tres panes. Con esto nos quiere indicar Jesús que, si bien Dios, en su omnisciencia, sabe qué es lo que necesitamos -seríamos el amigo que pide los tres panes-, sin embargo quiere que se lo pidamos por medio de la oración; por otra parte, el hecho de que el amigo acuda a pedir en hora inoportuna, indica que la oración debe ser hecha a toda hora y en todo tiempo: estando despiertos, estando acostados e incluso, estando dormidos. Es decir, debemos estar en la Presencia de Dios en todo tiempo, independientemente de nuestro estado de vigilia y debemos orar sin cesar, aun sabiendo que Dios conoce nuestras necesidades. Por último, la oración debe ser, además de insistente, confiada en el Amor de Dios, porque el mismo Jesús lo dice: si entre nosotros, los hombres, que somos malos a causa del pecado, nos damos cosas buenas entre nosotros, ¿cuánto más no ha de darnos Dios, que no sólo es Bueno, sino que es la Bondad y la Santidad Increadas?

“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá”. En el ejemplo dado por Jesús, el hombre pide a su amigo un poco de pan: nosotros hagamos lo mismo con Dios, pero pidamos no sólo el pan material, necesario para la vida corporal, sino que pidamos ante todo el Pan de Vida divina, necesario para la Vida eterna. Por lo tanto, ante el sagrario, pidamos a Jesús Eucaristía, busquemos en su Corazón Eucarístico, toquemos la puerta del Sagrario y Dios, que es Padre Bueno y Providente, nos dará algo que supera todo lo que podamos imaginar o pensar: nos dará el Corazón Eucarístico de su Hijo Jesús.

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