martes, 22 de agosto de 2023

“Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”

 

“Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos” (Mt 20, 1-16ª). En esta parábola Jesús retrata cómo será la recompensa dada por Él mismo a las almas en el Día del Juicio Final y veamos la razón: se trata del propietario de una viña que sale a contratar jornaleros en distintas horas del día y a todos les promete una misma paga: un denario por jornada. Así, contrata a unos por la mañana, a media mañana, al mediodía y a otros por la tarde. Llegado el fin del día, el dueño llama a sus jornaleros para que reciban el pago convenido con todos, un denario. Le dice a su capataz que llame a los jornaleros pero con una aclaración: que empiece por los últimos y el capataz así lo hace. Cuando llegan los últimos, se enfadan con el dueño de la viña, porque pensaban que, siendo los primeros y habiendo aguantado el peso de la jornada trabajando todo el día, habrían de recibir más. Sin embargo, el dueño de la viña le dice que no ha cometido ninguna injusticia, puesto que el trato convenido con ellos y con todos, independientemente de la hora en la que fueron contratados, era el mismo, un denario.

¿Cómo podríamos entender esta parábola? Reemplazando los elementos naturales por los sobrenaturales: el dueño de la viña es Nuestro Señor Jesucristo; la viña es la Iglesia; el denario prometido por trabajar en la viña, es la vida eterna en el Reino de los cielos; los capataces son los ángeles, encabezados por San Miguel Arcángel; los jornaleros contratados al comenzar el día son los bautizados que recibieron la gracia de la conversión muy temprano en sus vidas y así con el resto de los jornaleros, finalizando con los últimos, los hombres que recibieron la conversión al final de sus vidas, al final de sus días: para todos, la paga es la misma, el Reino de los cielos.

Es por esto que el dueño de la viña, es decir, Jesús, no comete ninguna falta, puesto que el premio prometido para todos en la Iglesia, independientemente de la hora o del momento de la vida en que el alma se convierta a Él, el premio es siempre el mismo, la vida eterna en el Reino de los cielos.

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