sábado, 26 de agosto de 2023

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del Infierno no prevalecerá”



 (Domingo XXI - TO - Ciclo A – 2023)

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del Infierno no prevalecerá” (Mt 16, 13-20). En este Evangelio podemos ver, por un lado, cómo la constitución de la Iglesia es jerárquica, no por disposición humana, sino por disposición divina, de manera tal que es vertical y jerárquica y si quisiéramos graficarla, deberíamos hacerlo con el trazo de un pirámide: comienza con el extremo superior, en donde está la Santísima Trinidad, esto es, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo; puesto que Dios Padre pide a Dios Hijo que, por el Amor Divino, el Espíritu Santo, se encarne en el seno purísimo de María en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth, luego de la Trinidad viene Dios Hijo encarnado en Jesús de Nazareth, por lo cual, Jesús es Dios Hijo encarnado, el Verbo de Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios, que asume y une a su Persona Divina una naturaleza humana, la naturaleza de Jesús de Nazareth, siendo por lo tanto Jesús de Nazareth no un hombre santo, sino Dios Tres veces Santo, encarnado en la Humanidad Santísima de Jesús de Nazareth; por debajo de Jesús, el Hombre-Dios, se encuentra su Vicario, el Papa, designado por voluntad del mismo Jesucristo, quien es el depositario de la Fe de la Iglesia y es partícipe de la totalidad del poder sacerdotal de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, de ahí que el poder del Vicario de Cristo se derive de su unión, por la fe y por la gracia, al Hombre-Dios Jesucristo; luego viene el Colegio Apostólico, formado por los Cardenales; luego vienen los obispos, sucesores de los Apóstoles al igual que los Cardenales y esto es algo muy importante, porque tanto el Papa, como los Cardenales y los Obispos, deben estar unidos al Hombre-Dios Jesucristo en comunión de fe, de amor y de gracia, lo cual quiere decir que si alguno se aparta de la Verdad revelada por Jesucristo, emprende un peligroso camino que lo puede conducir, si no se rectifica, a la apostasía, es decir, a abandonar la Iglesia. Luego vienen los sacerdotes ministeriales, ordenados por los obispos, quienes deben realizar el Juramento Antimodernista, de manera de mantenerse fieles a la Santa Fe de la Iglesia Católica, fe que se deriva, como vimos, del Papa, del Colegio Apostólico y de los sucesores de los Apóstoles, los obispos. Por último, formando la base de la pirámide, se encuentran los fieles laicos, aquellos que han recibido el Bautismo sacramental y que por eso mismo forman parte viva del Cuerpo Místico de Jesucristo, siendo animados por el Espíritu Santo, aunque esto también es siempre y cuando los fieles laicos se mantengan firmes en la profesión de fe inscripta en el Credo de los Apóstoles. Entonces, como dijimos al principio, la Iglesia Católica, la Iglesia del Hombre-Dios Jesucristo, es jerárquica y vertical; no es democrática y su fe no se deriva de la “consulta” o del “escrutinio”, ni del Pueblo de Dios -los bautizados-, ni mucho menos de quienes no están bautizados y pertenecen a otras religiones o sectas. Intentar modificar la estructura verticalista y jerárquica de la Iglesia, para modificar sus dogmas y su fe, es una temeridad equiparable a la soberbia y orgullosa vanidad del Demonio en los cielos, soberbia y vanidad que le valió perder para siempre la amistad con Dios.

El otro aspecto que podemos ver es que la fe del Vicario de Cristo, que es la fe de la Iglesia, está dada no por razonamientos humanos, sino por el Espíritu Santo y esta consiste en creer en los misterios sobrenaturales absolutos: Dios Uno y Trino, la Encarnación del Verbo por obra del Espíritu Santo, la prolongación de la Encarnación en la Eucaristía. Como dijimos, la fe del Vicario de Cristo, es decir, el Papa, no es el resultado de elucubraciones teológicas de Concilios, Sínodos o reuniones de teólogos, sino que es inspiración del Espíritu Santo; en otras palabras, es Dios Uno y Trino quien determina cuál es la Santa Fe de la Iglesia Católica y no los hombres. A esto es a lo que se refiere Jesucristo y es esto lo que Él quiere decir cuando le dice a Pedro: “Esto -el reconocer a Jesucristo como Dios Hijo y como Mesías- no te lo ha revelado la carne y la sangre -el razonamiento del ser humano- sino el Espíritu de Dios, el Espíritu del Padre y del Hijo”. Por esta razón, porque la fe del Vicario de Cristo es un don divino, un don de la Santísima Trinidad, que se basa a su vez en la realidad de la naturaleza celestial de la Trinidad y en la veracidad de la Encarnación del Verbo, sería una temeridad demoníaca, sin precedentes, el intentar cambiar la Santa Fe Católica por otra fe “racional” o “racionalista”, elaborada por el ser humano y adecuada a los estrechos límites de la razón humana.

Un último aspecto que podemos considerar en este Evangelio es que, por promesa de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia Católica nunca será derrotada por el Infierno: “el poder del Infierno no prevalecerá”. Esto no quiere decir que la Iglesia no sufra ataques del Infierno, que los ha sufrido y los sufre, sino que no perecerá, porque será asistida siempre por el Espíritu Santo, concediéndole siempre el triunfo sobre sus enemigos, aun cuando todo parezca humanamente perdido.

“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del Infierno no prevalecerá”. Debemos mantenernos fieles a la Santa Fe de la Iglesia, la fe que está inscripta en el Credo y de tal manera, que debemos estar dispuestos a dar la vida antes que cambiar una coma o una “i” de la santa fe católica, que se origina en el misterio salvífico de Nuestro Señor Jesucristo.


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