miércoles, 9 de agosto de 2023

“Los discípulos gritaron de miedo, pensando que era un fantasma”


 

(Domingo XIX - TO - Ciclo A – 2023)

“Los discípulos gritaron de miedo, pensando que era un fantasma” (Mt 14, 22-23). El episodio del Evangelio nos relata que, por orden de Jesús, los discípulos suben a la barca y comienzan a navegar para alcanzar la otra orilla, mientras Él se queda despidiendo a la gente. Después de despedir a la gente, Jesús sube al monte a orar y se queda en el monte orando hasta que se hace de noche. Mientras tanto, los discípulos continúan navegando en la barca dirigiéndose a la otra orilla, como les ha ordenado Jesús. Mientras navegan, al poco tiempo, empieza a soplar un viento fuerte, que levanta olas y hace moverse a la barca de un lado a otro; el Evangelio dice que “el viento era contario” y por eso la barca era “sacudida por las olas”. Por otra parte, a raíz del viento, la navegación se les hace muy difícil -tenían el viento en contra- y así el tiempo pasa y la tarde-noche se convierte en madrugada, mientras los discípulos continúan lidiando con la nave, tratando de llegar a la otra orilla. Es en ese momento cuando Jesús, que se había quedado orando en el monte, se les acerca, pero no en otra barca, sino caminando sobre las aguas. La reacción de los discípulos, al ver a Jesús caminar sobre las aguas, es del todo inesperada: en vez de alegrarse por ver a su Maestro que acude en su auxilio, dice el Evangelio que “se asustan y comienzan a gritar llenos de miedo” al confundir a Jesús con un “fantasma”. Jesús les dice que se tranquilicen, que es Él y es ahí cuando Pedro le pide que lo envíe a ir a Él, también caminando sobre las aguas. Jesús le concede el pedido y Pedro comienza a caminar sobre las aguas, pero al sentir la fuerza del viento, comienza él también a hundirse, al punto que le pide a Jesús que lo auxilie: “Jesús, sálvame”. Jesús extiende su mano, lo pone a salvo en la barca, no sin antes reprocharle la falta de fe: “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?”. Inmediatamente después de subir Jesús a la barca, el viento cesa de soplar; entonces, todos los discípulos se postran ante Jesús para adorarlo, mientras confiesan, junto con Pedro, la divinidad de Jesús: “Tú eres el Hijo de Dios”.

Para aprehender el sentido sobrenatural del episodio, debemos reemplazar los elementos naturales por los sobrenaturales. Así, la barca de Pedro es la Iglesia; Pedro y los discípulos dentro de la barca son todos los bautizados a lo largo de la historia; el mar es el mundo, entendido como el devenir, en el tiempo y en el espacio, de la historia humana, tanto a nivel de especie o raza humana, como a nivel personal; el viento que “sacude la barca de Pedro” y que es “contrario a la barca”, impidiéndole o dificultándole su avance, es el Demonio y sus ángeles caídos, pero además los hombres malvados que rechazan la salvación de Jesús y se unen a los demonios en su intento de hundir a la Iglesia; el caminar de Jesús sobre las aguas, es un milagro más que demuestra su divinidad, demuestra que Él es quien dice ser, el Hijo de Dios; Pedro, caminando sobre las aguas, pero luego hundiéndose al sentir la fuerza del viento, representa la fe de los bautizados en la Iglesia: creen en Jesús, en su Presencia real en la Eucaristía, pero ante la menor tribulación, dejan de creer en Jesús Eucaristía y comienzan a hundirse en la maraña de tribulaciones y adversidades que presenta la vida humana.

¿Qué otra enseñanza nos deja este episodio? Por parte de los discípulos, queda en evidencia su cobardía, su falta de fe en Jesús o su falta de conocimiento de Jesús a pesar de ser sus discípulos, porque no lo reconocen; se da también entre los discípulos un estado de confusión de lo sagrado con lo diabólico ya que un fantasma es un espectro, un demonio que viene del inframundo y se manifiesta en forma humana y Jesús jamás puede ser un fantasma y esta confusión hace ver que el Anticristo será capaz de engañar a muchos dentro de la Iglesia; luego, en Pedro, se observa también falta de fe en Jesús y al igual que en los otros discípulos, se observa cobardía, porque su fe empieza a hundirse, a medida que él se hunde, al soplar el viento. Al final, hay un hecho a favor de Pedro y los discípulos y es que, si al principio lo confundieron con un fantasma, al final del episodio lo reconocen como Dios Hijo encarnado y se postran en adoración ante Jesús.

“Los discípulos gritaron de miedo, pensando que era un fantasma”. Muchos en la Iglesia viven sus vidas como si Jesús fuera un fantasma, un espectro, o un ser sin identidad real y esto es comprobable al notar cómo la inmensa mayoría de los católicos no vive según los Mandamientos de la Ley de Dios, no vive según los Consejos Evangélicos de Jesús, no vive con la gracia santificante, que hace participar de la vida divina trinitaria de Jesús. Pidamos la gracia de no confundir a Jesús con un fantasma; Jesús es Dios y está vivo, glorioso y resucitado, en la Sagrada Eucaristía. Y como Pedro y los discípulos, postrémonos en adoración ante su Presencia Eucarística y Jesús nos dará, al debido tiempo, la paz, la fortaleza, la alegría divina que necesitamos en el dirigirnos a la Jerusalén celestial.

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