(Ciclo C - 2024 - 2025)
En el tiempo
litúrgico de Navidad, la Iglesia ingresa en un clima de fiesta, pero no se
trata de una fiesta al estilo mundano y mucho menos, pagano, cuyos motivos son puramente
exteriores y superficiales: la fiesta de Navidad, para la Iglesia Católica, es
ante todo una fiesta interior, espiritual, sobrenatural, celestial, de origen
divino, concedida por la gracia y esta fiesta se encuentra y consiste, ante
todo y en primer lugar, en la Santa Misa de Nochebuena, porque allí, por la
liturgia eucarística, la Iglesia como Esposa y como Cuerpo Místico de Cristo,
no solo recuerda, sino que participa
del Nacimiento del Niño Dios en el humilde Portal de Belén. En otras palabras,
por el misterio de la liturgia eucarística, por la Santa Misa de Nochebuena, la
Iglesia no sólo recuerda el Nacimiento, no solo hace una “memoria” del Nacimiento,
sino que está frente a Él, se encuentra frente a Él, superando misteriosamente
el tiempo y el espacio; por la liturgia eucarística de la Santa Misa de
Nochebuena la Iglesia no sólo recuerda y está frente al misterio del
Nacimiento, sino que participa de Él, porque es el Espíritu Santo, la Persona
Tercera de la Trinidad, Quien lleva al Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia, al
misterio de la contemplación en el éxtasis divino, que supera todo lo que la
mente humana y angélica puedan comprender.
Ésta es la razón de la verdadera alegría de la Navidad
y es el verdadero y único origen y naturaleza de la fiesta de Navidad para la
Iglesia Católica y es algo tan esencial, que si se pierde de vista esta
concepción, la Navidad se desvirtúa y se paganiza y es así como la inmnensa
mayoría de cristianos festejan la Navidad, pero no festejan la Navidad, valga
la redundancia, sino que festejan un remedo pagano de la Navidad, una pátina
superficial, brillante y ruidosa, pero que no tiene nada de sobrenatural ni de
espiritual y celestial, porque al perder su esencia divina, se convierte en una
fiesta mundana, pagana, hedonista. Nada tienen que ver las modernas
celebraciones de la Navidad, con alcohol, música, bailes, fuegos artificiales, con
la verdadera fiesta de la Navidad, que es la Santa Misa de Nochebuena.
Es esencial considerar a la Santa Misa de Nochebuena
como lo que es, como la verdadera fiesta de Navidad, como la fiesta de carácter
esencialmente espiritual, interior, sobrenatural, celestial, de origen divino y
trinitario, que se origina en el Pesebre de Belén y que por la liturgia
eucarística se prolonga, en el tiempo y en el espacio, por medio del altar
eucarístico; de lo contrario, si no se contempla místicamente la escena del
Pesebre en el altar eucarístico, en la celebración eucarística; si no se adora
al Niño que prolonga su Encarnación en la Eucaristía y actualiza su Nacimiento
en la Eucaristía, no tiene sentido hacer fiesta y mucho menos, una fiesta
pagana o, lo que es lo mismo, paganizar la Navidad. El misterio de la
actualización del Nacimiento en la Santa Misa de Nochebuena, su contemplación y
adoración del Niño que está en la Eucaristía, es lo que da sentido luego sí a la
fiesta católica de la Navidad, que consiste en una celebración alegre, de
estilo familiar, con comidas más elaboradas que la comida cotidiana y en un
ambiente de alegría familiar.
Festejar, tal como lo hace el mundo, prescindiendo de
la Santa Misa de Nochebuena, y festejar mundanamente, con música estridente,
con bailes indecentes, con alcohol, con pirotecnia, nada tiene que ver con la
Navidad cristiana y quien hace esto, celebra una Navidad pagana, que ofende a
Dios. Para quien prescinde de la fiesta y de la alegría que es la Santa Misa de
Nochebuena, es mejor entonces que directamente no se celebre ni festeje la
Navidad, porque el festejo de la Navidad tal como lo hace el mundo de hoy
consistente en banquetes, música estridente, bailes indecentes, fuegos
artificiales, llevados a cabo en lugares inmorales ofende a Dios, porque la
Navidad así vivida se convierte en ocasión de burla, profanación y sacrilegio
del Nacimiento. Quien festeja la Navidad así, con un festejo mundano y pagano,
es mejor que no lo haga, que no festeje la Navidad, para que Dios no sea
ofendido. El verdadero festejo espiritual, interior, sobrenatural, dado por la
gracia, en el que el alma se alegra porque ha nacido el Redentor y porque
participa del Nacimiento milagroso del Salvador del mundo, el Niño Dios, es la
Santa Misa de Nochebuena.
En esto consiste la alegría y el motivo y la causa de
hacer fiesta; por este hecho es que el cristiano católico y la Iglesia
Católica, la Esposa del Cordero, se alegran en Navidad y “hacen fiesta”, la
verdadera fiesta, que es la Santa Misa de Nochebuena, la prolongación y la actualización
de la Encarnación y del Nacimiento del Niño Dios en Belén, esta vez en el Altar
Eucarístico.
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