sábado, 16 de julio de 2011

En el Día del Juicio Final, los ángeles de Dios separarán a los buenos de los malos

En el Último Día,
los ángeles separarán
al trigo de la cizaña,
a los buenos cristianos
de los falsos cristianos.


“El Reino de Dios es como un sembrador (…), como un grano de mostaza (…), como una levadura que fermenta la masa (…) en este Reino no subsistirán los malos, que serán condenados hacia el fin de los tiempos” (cfr. Mt 13, 24-43).

Para comprender mejor la parábola, hay que tener en cuenta que la cizaña es un planta que crece por lo general en las mismas zonas del trigo, y es considerada una maleza de ese cultivo, y ambas plantas son tan parecidas, que en algunas regiones la cizaña suele denominarse “falso trigo” [1], no distinguiéndose de esta hasta que aparecen sus espigas más delgadas.

En la parábola, la cizaña es sembrada de modo secreto y con mala intención, y a pesar de ser frecuente en Palestina, los criados se asombran por la gran cantidad y también por su presencia, porque el amo había sembrado “buena semilla”[2]: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”.

El amo se da cuenta inmediatamente de que anda de que la presencia de la cizaña en su campo de trigo no es casualidad, sino que está de por medio la mano de un enemigo: “Esto lo ha hecho algún enemigo”, pero es demasiado tarde o demasiado temprano para obrar, ya que las raíces del trigo y de la cizaña están entrelazadas: “No arranquen la cizaña, porque al arrancarla corren el peligro de arrancar el trigo”. Hay que esperar recién a que las espigas estén maduras y entonces el trigo, que crece más alto que la cizaña, podrá ser cortado por encima de ésta, mientras que la hoz deja la cizaña intacta: “Cuando llegue la cosecha, arrancarán la cizaña para quemarla, y el trigo será recogido en el granero”. Esta acción de arrancar la cizaña es muy poco frecuente, pero es más raro aún el sembrarla, por lo que se trata de una acción poco frecuente, necesaria para hacer frente a una situación insólita[3].

En su presciencia divina, Jesús ve la situación de su Iglesia, desde los inicios –Jesús ya sabía que Judas era un traidor- hasta el fin de los tiempos[4].

El punto final de la historia humana está contenido en esta imagen del sembrador: cuando llegue el momento de la cosecha, esto es, el fin del mundo, los cosechadores, los ángeles, separarán el trigo de la cizaña, los buenos de los malos, y arrojarán a la cizaña al fuego que no termina más, el infierno. Al fin de los tiempos, la acción de los ángeles será muy importante: éstos “quitarán del reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal y los arrojarán al horno ardiente”.

¿Qué representan el trigo y la cizaña en la parábola del sembrador? El trigo es el alma en gracia, y la cizaña es el alma sin la gracia; en el trigo están prefigurados los que, viviendo en gracia, obran el bien, mientras que, en la cizaña, están prefigurados los malos, es decir, todos aquellos que, cristianos o no, obran el mal y “provocan escándalos”.

Puesto que la parábola hace referencia al fin de los tiempos, se conecta con el versículo del Apocalipsis en donde se dice quiénes entrarán en el cielo, y quiénes no: “¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!” (22, 15).

Debemos prestar mucha atención, tanto a la parábola del sembrador, como al versículo del Apocalipsis, porque se describe nuestro mundo en el que vivimos, lleno de “escándalos” y de gente que “obra el mal”. Atención, porque al ser una descripción del mundo en el que vivimos, debemos ver de qué lado estamos, si del trigo, o de la cizaña.

En el Último Día, los ángeles “quitarán del reino todos los escándalos”. ¿No es un escándalo el ver cómo, los templos de Dios, los cuerpos humanos, son profanados segundo a segundo, con toda clase de impurezas? Si el comunismo marxista profanó los templos materiales, convirtiéndolos en establos, en fábricas, en almacenes, el liberalismo capitalista dejó intactos los templos materiales, para arrasar con los templos de Dios que son los cuerpos de los hombres, favoreciendo y promoviendo todo tipo de impurezas, con el agravante de que su acción pervertidora se ve favorecida al contar con la complicidad de los mismos cristianos, quienes son los que consumen los programas inmorales, llenos de lujuria y de lascivia. Si los vergonzosos programas de televisión, en donde se presenta a la lujuria y a la lascivia como entretenimiento familiar; a la pereza, a la murmuración, a la intriga, como herramientas válidas para alcanzar el éxito a toda costa; al dinero, el bienestar y el placer, como los únicos objetivos de la vida; si todos estos programas son vistos por decenas de millones de así llamados “cristianos”, ¿no es esto un gran escándalo que clama al cielo? Un cristiano que alienta y favorece esta clase de televisión, de educación, de modo de vivir, ¿no es acaso cizaña, en vez de trigo? ¿No es acaso un “falso cristiano”, así como la cizaña es un “falso trigo”? ¿No serán estos escándalos y estos “falsos cristianos” a los que los ángeles separarán de los buenos cristianos?

Es un hecho que hoy dominan en el mundo el materialismo y el relativismo, dos concepciones derivadas de la creencia errónea de que no existe Dios: si Dios, Espíritu Puro y Verdad Absoluta no existe, entonces todo se reduce a la materia, y la única verdad es la propia, la que surge de la razón del hombre. La civilización humana del siglo XXI, está construida sobre estos dos grandes ídolos: materialismo y relativismo, que propicia el disfrute de la sensualidad.

¿No es un escándalo que sean los cristianos los primeros en vivir como si esta vida fuera la única, buscando de disfrutar de los placeres del mundo, como si sólo hubiera materia y no espíritu? ¿Y no son acaso cristianos los que aceptan vivir como si no hubiera un Dios que es “Camino, Verdad y Vida”, viviendo como si Cristo en la cruz no hubiera señalado el camino para llegar a Dios, como si no hubiera enseñado la Verdad del Amor divino a los hombres, y como si no hubiera dado su Vida eterna en la cruz y en la Eucaristía?

¿Qué sucederá con estos “falsos cristianos” cuando los ángeles, cumpliendo la orden divina, comiencen su tarea de separar “el trigo de la cizaña”?

El cristiano está llamado a ser trigo, es decir, a alojar en su corazón, como hace la tierra fértil con el grano que en ella cae, para que este crezca y de fruto, la Palabra de Dios; está llamado, del mismo modo, a impedir el crecimiento de la mala hierba en su corazón, la cizaña, el mal o el pecado en cualquiera de sus formas: mentira, robo, engaño, violencia.

El trigo representa al cristiano en gracia que obra en el mundo buscando de transformarlo en el Amor de Dios revelado y comunicado en Cristo, mientras que la cizaña, representa a aquel hombre –cristiano o no- cuyas acciones construyen lo que San Agustín llama “ciudad del mundo”, que es la civilización sin Dios, contra Dios.

La parábola del sembrador no es un género literario; no es una fábula; no es una leyenda. En ella está contenido el plan de vida del cristiano, llamado a ser trigo, para ser molido y ser amasado y cocido en el horno de la Pasión, para formar parte del Pan de Vida eterna, la Eucaristía. Todo cristiano debe ofrendar su vida en la Misa, y ofrecerse en todo su ser, con su pasado, presente y futuro, junto a Cristo en la Eucaristía, para ser él también como una hostia santa y pura que se ofrezca en sacrificio a Dios Padre en expiación por la inmensa maldad del corazón humano.


[1] Cfr. http://es.wikipedia.org/wiki/Lolium_temulentum

[2] Cfr. Orchard, B. et al., 402.

[3] Cfr. Orchard, ibidem.

[4] Cfr. Orchard, ibidem.

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