viernes, 24 de agosto de 2012

Es duro este lenguaje…” (…) Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar



(Domingo XXI – TO – Ciclo B – 2012)
            “Es duro este lenguaje…” (…) Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar” (cfr. Jn 6, 60-69). Luego de auto-proclamarse como Pan de Vida eterna, que dará la vida eterna a quien coma su Cuerpo y beba su Sangre, Jesús recibe el reproche y el fastidio de quienes lo escuchan sin fe. Entre éstos, está también aquél que habrá de traicionarlo, Judas Iscariote. Nada de esto pasa desapercibido a Jesús: "Sabía quiénes no creían y quién lo iba a traicionar". 
         De esto se ve que la falta de fe sobrenatural en Jesús, se deriva en la traición y el abandono: muchos de los que no creen en sus palabras, lo abandonan, mientras que Judas lo traiciona. No es por lo tanto inocuo tener o no tener fe en Jesús: quien tiene fe sobrenatural y cree que Jesús es Dios, termina dando su vida por Él, como sucede con Pedro, que no lo abandona: "Sólo Tú tienes palabras de vida eterna". 
         Por el contrario, quien no ve a Jesús con los ojos de la fe de la Iglesia, iluminados por la luz del Espíritu Santo, lo ve con ojos puramente humanos, y con los ojos humanos se vuelve incomprensible su mensaje y su salvación, y así termina por abandonarlo: "Muchos de sus discípulos lo abandonaron". Y es la falta de fe lo que lleva a Judas Iscariote no solo a abandonarlo, sino ante todo a traicionarlo.
No es inocuo entonces tener o no tener fe en Jesús como Dios: quien ve a Jesús con ojos puramente humanos, no comprende su mensaje, que viene del cielo, y al no comprender su mensaje, lo reduce al nivel de su capacidad de comprensión, y como la capacidad de comprensión de la razón humana sin el auxilio divino es sumamente limitada, termina por rechazar lo que no comprende, y así le llama “enfermedad epiléptica” a lo que es posesión demoníaca; “imaginación de la comunidad de los primeros cristianos” a los milagros de multiplicación de panes y peces, de resurrección de muertos, de dominio sobre la naturaleza, y finalmente, al mismo Jesús, lo llama “hijo de José el carpintero”, lo cual quiere decir que cree en un Jesús que es simplemente hombre.
Ver con ojos humanos a Jesús, es el equivalente a abandonarlo, porque se cree en un Evangelio totalmente distinto.
         Trasladado a nuestro tiempo, abandonan el Evangelio y la Iglesia de Jesús aquellos que creen que Jesús murió y no resucitó: para estos, lo que hay que hacer es buscar su cuerpo muerto en alguna tumba de Israel. Son los que creen que Jesús era un hombre común, como todos los demás, y que por lo tanto se casó y tuvo hijos y descendencia con María Magdalena. Estos tales, de esta manera, dan crédito a películas blasfemas como “El Cuerpo”, o “El Código Da Vinci”, cuando no se atreven más y lo calumnian adjudicándole un trato indecente con el Apóstol Juan.
         Lo que sucede con Jesús, sucede también con la Eucaristía: quien no ve a la Eucaristía con los ojos de la fe, la ve con ojos humanos, y así piensa que no es más que un poco de pan sin otro valor que el simbólico, el que le dan los que asisten a la ceremonia religiosa, pero de ninguna manera ven a la Eucaristía como el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, el Hombre-Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
         Y es así como la Eucaristía del Domingo termina siendo desplazada por cualquier asunto mundano. No en vano la Virgen María, en sus apariciones en La Salette, se lamenta y llora porque los hombres blasfeman y faltan a Misa el Domingo por cualquier motivo.
Lo mismo que anunciaba la Virgen en ese entonces, nos lo anuncia para nosotros hoy: quien deja la Misa dominical por sus diversiones, se verá privado de la bendición de Dios.
Pero lo que sucede con Jesús y con la Eucaristía sucede también con la Iglesia: si Jesús no es Dios, la Eucaristía no es Jesús Dios, y la Iglesia Católica no es la verdadera y única Iglesia fundada por Jesús Dios, y por lo tanto no está guiada por el Espíritu Santo, y todo lo que Ella dice puede ser cuestionado y cambiado, y es así como hay sacerdotes que se comportan como laicos y laicos como sacerdotes, pretendiendo suplantarlos; es así como se pretenden que se anule el celibato para los sacerdotes, que se permita la ordenación de mujeres, que se aprueben el aborto y la eutanasia, y muchas otras aberraciones más.
Si Jesús no es Dios, la Eucaristía no es Jesús Dios, la Iglesia no está asistida por el Espíritu Santo, entonces reformemos la Iglesia y construyamos una Iglesia a nuestra medida: esta es la peligrosa derivación de la ausencia de fe sobrenatural en Jesús.
         “Es duro este lenguaje…” (…) Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar”. Judas Iscariote rechaza la luz del Espíritu Santo, y por ese motivo termina traicionando a Jesús, vendiéndolo por dinero, prefiriendo escuchar el tintinear de las monedas de plata antes que a su Sagrado Corazón, y prefiriendo además unirse al demonio, según lo relata el evangelista Juan: “Cuando Judas tomó el bocado, Satanás entró en él. Afuera era de noche”.
         A diferencia de Judas, debemos preferir escuchar los latidos del Sagrado Corazón de Jesús, que nos habla del Amor infinito de Dios por cada uno de los hombres -"Dios se ha enamorado de ustedes", les dice Moisés al Pueblo Elegido en el desierto, y ese Dios enamorado de todos y cada uno de nosotros es Jesús en la Eucaristía-, y para poder escucharlo, es que asistimos a Misa el Domingo, y nos unimos a Él por la comunión eucarística.

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