“Si alguien te pega en
una mejilla preséntale también la otra” (Mt 5, 38-42). Si bien se trata de una norma de comportamiento que
caracteriza al cristiano, la indicación de Jesús de presentar la otra mejilla a
quien nos golpea en una, trasciende absolutamente las normas morales. En
realidad, se trata de imitarlo a Él, por medio de la participación a su vida, porque
Jesús, durante toda su vida, pero especialmente en su Pasión, obró de esta
manera. No se trata por lo tanto de una abolición de la Ley del Talión, ley que
era la expresión de la justicia, puesto que impedía una venganza excesiva
contra quien había provocado algún daño al prescribir la igualdad en la
compensación –ojo por ojo, diente por diente-; cuando Jesús da por finalizada
la Ley del Talión y prescribe que el cristiano no solo no debe reclamar lo que
en justicia le corresponde –si alguien da una bofetada, según la Ley del Talión,
se debe responder con una bofetada-, sino que se debe colocar la otra mejilla. Parece
un despropósito, pero no lo es, porque Jesús ha venido a “hacer nuevas todas
las cosas”, y entre ellas, las relaciones humanas, que ya no se rigen más por
la Antigua Ley, sino por la Ley Nueva de la caridad, es decir, del Amor que brota
de su Corazón de Dios, Corazón que late en el pecho del Hombre-Dios, Jesús de
Nazareth.
Esto quiere decir que el cristiano, al no solo no responder
a la agresión según la Ley del Talión, es decir, devolviendo una bofetada, sino
al ofrendar la otra, lo que está haciendo en realidad, no es demostrar cómo se
practica una nueva norma de convivencia: está participando de la mansedumbre y
humildad del Hombre-Dios en la Pasión, mansedumbre y humildad por la cual
permitió no solo que lo abofeteen, sino que lo golpeen de todas las maneras
posibles y permitió todo tipo de ultrajes, que llegaron hasta la injuria máxima
que puede sufrir un hombre en esta vida, como dice Santo Tomás, y es el
permitir que le quiten la vida. Cuando el cristiano permite que lo golpeen en
la otra mejilla, lo que hace es participar de la humillación sufrida
voluntariamente por Jesús, quien permitió que lo humillen para así conquistar
el corazón de los pecadores, dando la muestra más grande de amor que alguien
pueda dar, y es el dar la vida por aquellos a quienes ama con locura, los
hombres.
Presentar
la otra mejilla –sea literalmente, o de modo figurado, aceptando pacientemente
cualquier humillación sufrida- significa, para el cristiano, participar de la
humildad de Jesús, humildad que es redentora y santificadora, porque por su
Pasión, Jesús nos perdona nuestros pecados, nos redime y nos santifica.
“Si alguien te pega
en una mejilla preséntale también la otra”. Cuando Jesús nos aconseja actuar
así frente a quien nos agrede –sea física, verbal o moralmente-, no nos está
enseñando un modo “cívico” de comportarnos: nos está invitando a ser
co-rredentores con Él, al invitarnos a participar de su Pasión salvadora. Llevado
al extremo, es lo que hicieron los mártires, quienes unidos al Rey de los
mártires, dieron sus vidas por sus verdugos, por quienes les quitaban la vida. De
esta manera, consiguieron la vida eterna para ellos y para sus enemigos, y este
es el fin último de no solo no responder con la Ley del Talión, sino de ofrecer
la otra mejilla.
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