Jesús proclama el Sermón de las Bienaventuranzas, es decir,
el Sermón en el cual nos da la clave para ser felices, en este mundo y en el
otro, en la vida eterna. En este sermón, Jesús llama “felices” a quienes posean
determinadas virtudes. Quien posea estas virtudes, será feliz, pero lo que hay
que tener en cuenta es que la felicidad que promete Jesús es muy distinta a la
felicidad del mundo. ¿Cómo alcanzar la felicidad? ¿Quiénes son felices, según
Jesús? Para alcanzar esta felicidad, hay que contemplar a Cristo crucificado, y
hay que subir con Él a la Cruz. Son felices, según Jesús, los que lo contemplan
y se suben con Él a la Cruz y son crucificados con Él. Veamos.
“Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les
pertenece el Reino de los cielos”. Jesús en la Cruz tiene alma de pobre, porque
en la Cruz no hay seguridades materiales ni riquezas humanas que puedan
socorrer, y así el que está crucificado, es pobre porque no cuenta con el
auxilio de nadie, sino solo el auxilio de Dios.
“Felices
los que lloran, porque serán consolados”. En la Cruz se llora, porque en la Cruz
muere el hombre viejo, y por eso la Cruz duele, pero el dolor de la Cruz no es
para siempre, y pronto viene el consuelo de Dios y ese consuelo no finaliza
nunca.
“Felices
los humildes, porque recibirán la tierra por herencia”. En la Cruz se aprende
la humildad, porque se aprende la mansedumbre y la humildad del Sagrado
Corazón; es la humildad que conquista al corazón de Dios, quien en recompensa
concede a los humildes como herencia “los cielos y la tierra nueva”.
“Felices
los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”. En la Cruz se
sacia el hambre de Dios y la sed de que su Nombre sea conocido, amado,
respetado, bendecido y glorificado por todos los hombres.
“Felices
los misericordiosos, porque recibirán misericordia”. El que es crucificado con
Jesús, es misericordioso, porque su sacrificio nunca se queda en sí mismo, sino
que se dona a los demás, y por eso el que es crucificado con Jesús, recibe aquello
mismo que en la Cruz da: misericordia.
“Felices
los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. En la Cruz el corazón es
purificado por el dolor y por la gracia santificante, y un corazón así
purificado adquiere la capacidad de ver a Aquel a quien es imposible ver con un
corazón impuro, Dios Uno y Trino.
“Felices
los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. En la Cruz y
por la Cruz, Jesús establece la Paz de Dios con los hombres, sellando esta paz
con su misma Sangre. Quien trabaja para que la paz de Cristo reine entre los
hombres, es llamado “hijo de Dios”, porque hace el mismo trabajo del Hijo de
Dios, Jesús.
“Felices
los perseguidos por causa de la justicia, porque el Reino de los cielos le
pertenece”. Jesús fue perseguido por las fuerzas de las tinieblas, porque Él es
el Rey de los cielos, Reino que es de luz y no de tinieblas; los que sean
perseguidos a causa de la Buena Noticia, recibirán como herencia el Reino de
los cielos, reino cuyo sol no es el astro del firmamento, sino el mismo Cordero
de Dios en Persona.
Quien
viva las Bienaventuranzas, es decir, quien sea crucificado junto con Cristo
Jesús, será feliz, bienaventurado, dichoso, bendito, en esta vida y en la otra.
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