“Donde
hay dos o tres reunidos en Mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos” (Mt 18, 15-20). Jesús revela la
maravillosa realidad de la oración comunitaria: Él se hace presente, en
Persona, cuando “dos o tres” se reúnen a orar en su Nombre. Pero además,
quienes pidan en oración al Padre de Jesús, Dios Padre, “obtendrán lo que piden”.
Estos dos motivos –la Presencia del Señor y la obtención “de lo que se pida”,
siempre y cuando sea acorde a la Voluntad de Dios y a la salvación del alma, se
entiende-, son un estímulo para rezar comunitariamente –lo cual no invalida la
oración personal-, aunque continuaría siendo un hecho maravilloso este tipo de oración, aun cuando Dios Padre no nos concediera lo que pedimos, porque debería
ser motivo suficiente la Presencia del Sagrado
Corazón de Jesús en medio nuestro.
Pero hay otro hecho que hace a la oración comunitaria todavía más atractiva, si cabe, y se deriva de la respuesta a esta pregunta ¿cuál es la razón por la cual, quienes recen comunitariamente, “obtendrán lo que piden”?
Porque cuando se reúnen “dos o más” para rezar, allí está presente Jesús y si está presente Jesús, también está presente la Madre de Jesús, la Virgen, porque donde está el Hijo está la Madre; donde está el Sagrado Corazón, está el Inmaculado Corazón -puesto que ambos Sagrados Corazones están unidos por el invisible hilo de oro del Amor de Dios, el Espíritu Santo- y como la Virgen es la Medianera de todas las gracias, lo que se pide se obtiene por mediación de María, Aquella a quien su Hijo nada le niega, siempre que convenga para la salvación de las almas y mayor gloria de Dios.
Pero hay otro hecho que hace a la oración comunitaria todavía más atractiva, si cabe, y se deriva de la respuesta a esta pregunta ¿cuál es la razón por la cual, quienes recen comunitariamente, “obtendrán lo que piden”?
Porque cuando se reúnen “dos o más” para rezar, allí está presente Jesús y si está presente Jesús, también está presente la Madre de Jesús, la Virgen, porque donde está el Hijo está la Madre; donde está el Sagrado Corazón, está el Inmaculado Corazón -puesto que ambos Sagrados Corazones están unidos por el invisible hilo de oro del Amor de Dios, el Espíritu Santo- y como la Virgen es la Medianera de todas las gracias, lo que se pide se obtiene por mediación de María, Aquella a quien su Hijo nada le niega, siempre que convenga para la salvación de las almas y mayor gloria de Dios.
Ahora
bien, esta realidad maravillosa de la oración comunitaria, por la cual se hace
Presente en Persona Nuestro Señor Jesucristo, se cumple también en la Santa Misa,
oración comunitaria por excelencia, pues es toda la Iglesia la que ora a su
Señor, pero con una diferencia: mientras en las reuniones de oración
comunitaria son las personas las que “atraen” la Presencia del Señor, en la
Santa Misa, es el Espíritu Santo quien convoca al Pueblo fiel, para que se
reúna en torno al altar del sacrificio, en el cual se hará Presente Jesús de
una forma especial: con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Santo
Sacramento del altar, la Eucaristía, renovando de modo incruento, sobre el
altar eucarístico, su Santo Sacrificio de la Cruz. Y por supuesto, al igual que
en la oración comunitaria, en la que también estaba presente la Madre de Dios, también
está presente, de un modo misterioso, pero no menos real, la Virgen Santísima,
que está al pie de la cruz, en el altar eucarístico, así como estuvo al pie de
la cruz, en el Monte Calvario.
“Donde
hay dos o tres reunidos en Mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos”.
Jesús presente en medio nuestro, dispuesto a darnos, por su Amor y el de Dios
Padre, el Espíritu Santo, y por intercesión de María, “lo que pidamos”. ¿Qué
esperamos para orar con nuestros hermanos? ¿Qué esperamos para asistir a la
Santa Misa, el Nuevo Monte Calvario?
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