“El
que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 17-19). A los ojos de los hombres,
se llama “grande” a quien posee bienes materiales, nobleza de cuna, títulos,
doctorados, etc. No es así a los ojos de Dios, quien no se fija en estas cosas,
sino en el corazón del hombre, y en el corazón del hombre, lo que Dios ve, es
si su Ley está inscripta en ese corazón, o no. A los ojos de Dios, es “grande”
quien cumple sus Mandamientos, y es esto lo que dice Jesús: “El que los cumpla
y enseñe (a los Mandamientos), será considerado grande en el Reino de los
Cielos”. En el caso de los católicos, no se trata solo del Decálogo, sino
también de los Mandamientos específicos del Dios encarnado, Jesucristo, como “amar
a los enemigos”, “perdonar setenta veces siete”, etc. Estos mandamientos de
Jesucristo no son distintos a los dados por Él mismo a Moisés, sino que se
trata de especificaciones de esos Mandamientos. Entonces, para el católico, que
desee ser “grande” a los ojos de Dios, es necesario cumplir no sólo con el
Decálogo de Moisés, sino con los Mandamientos del Hombre-Dios Jesucristo, día a
día, todos los días, hasta la feliz eternidad.
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