miércoles, 20 de febrero de 2019

“¡Quítate de mi vista, Satanás!”



“¡Quítate de mi vista, Satanás!” (Mc 8, 27-33). La impresionante reprimenda de Jesucristo al Papa, su propio Vicario, Simón Pedro, se da en el contexto de un diálogo sostenido entre Jesús, sus discípulos y Pedro. Lo que más impresiona es no tanto el calibre de la reprimenda, sino a quién es dirigida por Jesús en Persona: a su Vicario, el Papa, Simón Pedro.
Para entender la razón de tamaña reprimenda y el enojo de Jesús, hay que retroceder algunos versículos y reflexionar acerca del diálogo inmediato que la precede.
El diálogo inicia con una pregunta de Jesús, dirigida a sus discípulos en general, acerca de quién dice la gente que es Él; luego, les formula esa misma pregunta a los discípulos: “¿Y ustedes, quién dicen que Soy Yo?”. El primero en responder y en responder de modo correcto –“Tú eres el Mesías”- es Pedro y la razón es que él es el Vicario de Cristo y por lo tanto, está asistido por el Espíritu Santo, de manera que puede responder con total certeza quién es Cristo. De hecho, en los Evangelios paralelos, Jesús felicita a Pedro por esta respuesta y le revela que ha respondido así, no por él mismo, sino porque el Espíritu Santo lo ha iluminado: “Te felicito, Pedro, porque esto no te lo ha dicho ni la carne ni la sangre, sino el Espíritu de mi Padre”. Es decir, cuando Pedro contesta correctamente, es porque ha sido iluminado por el Espíritu Santo.
Sin embargo, acto seguido, después de felicitarlo por decir que Él es el Mesías, Jesús reprende duramente a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás!” y esta reprimenda se origina en el rechazo que Pedro hace de la Pasión del Señor: es decir, cuando Jesús les revela que Él tiene que “padecer mucho” y “morir” para luego resucitar al tercer día, Pedro “increpa” a Jesús, diciéndole que eso no puede suceder. Este rechazo de la Cruz es lo que origina la reprimenda de Jesús a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás! Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios!”.
Entonces, en un primer momento, cuando Pedro, iluminado por el Espíritu Santo, reconoce que Jesús es el Mesías, Jesús lo felicita, pero en un segundo momento, cuando Pedro rechaza la Pasión y Muerte en Cruz del Mesías, Jesús lo reprende duramente. En la reprimenda se revela también, indirectamente, quién es el que está detrás de la negación de la Cruz: Satanás, que induce a Pedro a ver al Mesías de un modo puramente humano y en consecuencia, lo lleva a renegar de la Cruz. Pero oponerse a la Cruz es oponerse a la salvación de la humanidad, porque Jesús no es un mesías humano, sino el Hombre-Dios que, por su sacrificio en Cruz, librará a la humanidad de la esclavitud del pecado y le concederá su Espíritu, el Espíritu Santo.
El Evangelio nos enseña entonces que, cuando nosotros reconocemos a Cristo como el Hombre-Dios, como el Mesías redentor de la humanidad, entonces estamos dando asentimiento a una revelación del Espíritu Santo, pero cuando negamos la Cruz, entonces estamos en tinieblas, porque quien nos lleva al rechazo de la Cruz, es Satanás. Para no recibir la dura reprimenda de Jesús a Pedro, pidamos la gracia de no solo no rechazar la Cruz, sino de abrazarla con todo el amor del que seamos capaces.

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