sábado, 9 de febrero de 2019

“Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”



"La pesca milagrosa", 
Codice aureo, siglo XI.


(Domingo V - TO - Ciclo C – 2019)

“Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca (…) hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse” (Lc 5,1-11). En el Evangelio se habla de dos pescas: una pesca infructuosa, y una pesca milagrosa, razón por la cual podemos hacer una comparación entre ambas pescas. La primera pesca, infructuosa, es llevada a cabo por Pedro y los Apóstoles, durante toda la noche, es decir, sin la luz del día. A pesar de haber estado trabajando toda la noche, como lo dice Pedro, el trabajo ha sido en vano, porque no han logrado sacar nada. La segunda pesca, la milagrosa, se desarrolla bajo diversas condiciones: los protagonistas son los mismos, Pedro y los Apóstoles, pero ahora, bajo la dirección de Jesús, que es quien les indica dónde arrojar las redes; ahora, a diferencia de la primera, que es infructuosa, la segunda pesca es tan abundante que las dos barcas casi se hunden debido al peso de los pescados. Otra diferencia es el tiempo: mientras que en la primera se lleva a cabo durante toda la noche, en la segunda pesca, la milagrosa, se lleva a cabo a la luz del día y en un instante.
¿Qué enseñanzas nos deja este episodio del Evangelio? Para responder a la pregunta, debemos considerar, por un lado, al milagro en sí mismo; por otro lado, el significado sobrenatural del milagro. En cuanto al milagro en sí mismo, es un prodigio realizado por la omnipotencia del Hombre-Dios Jesucristo: aunque a nosotros nos parece algo asombroso –los pescadores echan las redes al mar y en segundos las redes se llenan de peces, una y otra vez, hasta abarrotar las barcas-, en realidad, para Jesús, es un milagro insignificante: Él es el Creador del universo, tanto visible como invisible y para Él, hacer que un cardumen de peces se agrupen dentro de las redes, es igual a nada. Los peces, creaturas de Dios, se introducen inmediatamente en las redes, obedeciendo las órdenes de Jesús. Entonces, el Evangelio nos enseña que Jesucristo es Dios Omnipotente y es esto lo que podemos considerar en cuanto al milagro en sí mismo: es un milagro que se produjo y que demuestra la Omnipotencia de Jesucristo; es decir, demuestra que Cristo es Dios.
La otra enseñanza que nos deja el Evangelio está relacionada con el sentido sobrenatural del milagro, sentido que podemos deducir cuando reemplazamos los elementos naturales y los traspasamos al orden sobrenatural, porque en los elementos naturales están representadas realidades sobrenaturales. Así, por ejemplo, las dos barcas y sobre todo la barca de Pedro, representan a la Iglesia Católica; el mar, representa el mundo y la historia humana; los peces, son los hombres; la red es Cristo, la Palabra de Dios Padre enviada al mundo para llevar a los hombres al Reino de Dios; la noche en que se realiza la primera pesca, es el trabajo de los hombres de la Iglesia, pero sin la Presencia de Cristo y sin su Espíritu y eso es lo que explica que la primera pesca sea infructuosa, porque el trabajo del hombre, sin la ayuda de Dios, no vale nada: la noche significa el trabajo evangelizador realizado con las solas fuerzas humanas, sin oración, sin ayuno, sin sacramentos; por el contrario, la pesca realizada de día, a la luz del sol y bajo las órdenes de Cristo, significan los esfuerzos apostólicos y de evangelización de la Iglesia que sí dan fruto porque precisamente son llevados a cabo por Cristo y su Espíritu, mediante el trabajo y aporte humano del Vicario de Cristo y los miembros de la Iglesia. Entonces, la pesca infructuosa significa que podemos trabajar día y noche para conquistar almas, pero si no media la acción de Cristo y su Espíritu, por un lado y de parte nuestra, la oración, el ayuno, los sacramentos, todo el esfuerzo es en vano; la pesca milagrosa significa que, por el contrario, si obran Cristo y su Espíritu, entonces los frutos de la evangelización superan infinitamente los esfuerzos humanos.  
Otro elemento muy importante del Evangelio es el acto de fe que hace Pedro ante las palabras de Jesús: Pedro era un pescador experimentado; había estado trabajando toda la noche, y con muchos ayudantes y sin embargo, ahora, cuando Jesús le da la orden, Pedro podría haber objetado la orden y decirle a Jesús, siempre con respeto y caridad: “Maestro, soy pescador experimentado, ya es de día y la pesca se hace de noche; Tú me mandas echar las redes en el mismo lugar en donde no hemos pescado nada, es inútil intentarlo de nuevo”. Es decir, hay un doble motivo, desde el punto de vista humano, para no obedecer las órdenes de Jesús: ya no es hora de pescar, porque la mejor pesca es a la noche y, por otro lado, es intentar en un lugar en donde se ha comprobado que no hay peces. Sin embargo, Pedro, llevado por el amor a Jesús, deja de lado sus razonamientos humanos y, movido por el Espíritu Santo, dice algo que es, más que una frase, una hermosa oración: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. “Por tu Palabra, echaré las redes”. Cuando humanamente todo parece perdido, la intervención de Cristo cambia las cosas radicalmente y aquello que era un fracaso estrepitoso y rotundo, se convierte en un suceso admirable: si en un momento los esfuerzos evangelizadores de la Iglesia –sea en un alma, que puede ser la nuestra o  la de nuestros hermanos; sea en una sociedad; en una nación; en una civilización entera- parecen fracasar, solo hay que acudir a Jesús y obedecer sus palabras: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. Cuando los esfuerzos parezcan vanos, es porque en realidad hemos estado confiando demasiado en nuestras fuerzas humanas; entonces, lo que debemos hacer, es acudir ante Jesús Eucaristía, postrarnos ante su Presencia y decirle: “Maestro, por tu Palabra echaré las redes; por tu Palabra continuaré cargando la cruz de cada día; por tu palabra te seguiré por el camino del Calvario; por tu palabra subiré contigo a la cruz; por tu palabra amaré a mi enemigo”. Y Jesús Eucaristía se encargará de hacer el milagro de que nuestra pesca infructuosa se convierta en una pesca milagrosa.


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