martes, 16 de julio de 2019

“Padre, has ocultado esto a los sabios y lo has revelado a los sencillos”



“Padre, has ocultado esto a los sabios y lo has revelado a los sencillos” (Mt 11, 25-27). Jesús dirige una breve plegaria en acción de gracias a su Padre Dios y en la plegaria le agradece que haya ocultado “todo esto” a los sabios y lo haya revelado en cambio a “los sencillos”. En esta breve oración de Jesús, hay muchas cosas para considerar. Por un lado, lo que el Padre oculta; por otro lado, cómo lo oculta; por último, la razón por la que lo hace. ¿Qué es lo que el Padre oculta a los sabios del mundo? Lo que el Padre oculta a los sabios del mundo son los misterios sobrenaturales absolutos de Dios, esto es, que Dios es Uno y Trino y que la Persona del Hijo Unigénito se ha encarnado en la humanidad de Jesús de Nazareth para salvar al mundo; que prolonga su Encarnación en la Eucaristía, que inhabita en el alma del que está en gracia y que ha de venir al fin del mundo para juzgar a vivos y muertos. Estas verdades de fe quedan ocultas a los sabios del mundo porque estos, en su soberbia, las consideran como cosa de poca monta o sino como fábulas religiosas sin sentido. Los sabios del mundo confían más en su razón y en la ciencia, antes que en la fe y en la Revelación de Jesucristo y por eso las verdades de fe quedan ocultas a sus inteligencias y corazones. ¿Cómo oculta el Padre estas verdades de fe? Simplemente, no concediendo la gracia santificante, que es la que ilumina las potencias del hombre, tanto la inteligencia como el corazón: sin la gracia santificante, todo el misterio pascual del Hombre-Dios Jesucristo queda reducido a lo que la razón puede entender, convirtiéndose en una religión humana, que descarta todo lo que no puede comprender: así, las verdades de fe, como por ejemplo, que hay un cielo para ganar y un infierno para evitar y que ambos son eternos, quedan reducidos en las mentes de los mundanos a meras fábulas religiosas imposibles de comprender y carentes de sentido. En cambio, los que reciben la gracia santificante, son iluminados por la misma y así los misterios de la fe resplandecen ante los ojos del alma y son los que guían sus vidas terrenas hacia la vida eterna. Por último, queda por responder la pregunta de por qué el Padre de los cielos oculta a los sabios la Verdad sobre su Hijo Jesucristo, mientras que la revela a los sencillos y humildes de corazón. La razón por la que lo hace es que los sabios del mundo, henchidos por su sabiduría mundana, desprecian las verdades de fe: entonces, para evitar que estas verdades de fe sean escarnecidas y se conviertan en objeto de burla, es que Dios las oculta a los que se envanecen con las ciencias humanas; por otro lado, da su gracia a los sencillos y humildes de corazón porque estos, conscientes de su nada, aceptan y creen en las verdades de fe sin poner reparos ni vanos razonamientos humanos: creen porque es Dios quien, a través de su Hijo Jesús y de su Iglesia, ha revelado las verdades de fe.
“Padre, has ocultado esto a los sabios y lo has revelado a los sencillos”. Que Dios nos conceda la gracia, por intercesión de María Santísima, de nunca anteponer nuestros razonamientos humanos, ante los misterios incomprensibles de la fe.

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