martes, 30 de julio de 2019

“El fin de los tiempos será como la cizaña que se arroja al fuego”



         Jesús explica cómo será el fin de los tiempos con la parábola del sembrador que siembra trigo, pero viene su enemigo y siembra cizaña -parecida al trigo, pero inútil-, haciendo que ambos crezcan al mismo tiempo (cfr. Mt 13, 36-43). Cuando se cumpla el tiempo en el que tenga que regresar el Hijo del hombre por Segunda vez, a juzgar el mundo –cuando termine el tiempo y comience la eternidad-, dará una orden a los ángeles, para que recojan la cizaña y la arrojen al fuego, mientras que al trigo lo almacenarán en los silos. La cizaña son los hombres malos, perversos, impenitentes, aliados con el demonio en la tarea de destruir su iglesia y consagrar a la humanidad a Lucifer: éstos serán derrotados de una vez y para siempre y serán arrojados al lago de fuego, el Infierno, para que nunca más salgan de allí. El trigo, a su vez, serán los hombres buenos, los que siendo pecadores sin embargo se esforzaron por adquirir la gracia, conservarla y acrecentarla, de modo que Jesús los encuentre en gracia en el momento de su Segunda Venida. Éstos serán “recogidos en los graneros”, es decir, llevados al Reino de los cielos, mientras que los malos serán “arrojados al fuego”, al estanque de fuego que es el infierno, en donde serán atormentados en cuerpo y alma por la eternidad.
“El fin de los tiempos será como la cizaña que se arroja al fuego”. Al final de nuestras vidas terrenas, nos esperan dos fuegos: el fuego que arde sin consumir, que provoca dolor y no cesa nunca, el fuego del infierno, y el fuego que arde sin consumir, pero no provoca dolor, sino gozo y alegría en el Espíritu Santo, el fuego del Cielo, el Amor de Dios. De nosotros y de nuestra fidelidad a la gracia depende de en cuál de los fuegos seremos envueltos para siempre. 


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