martes, 2 de julio de 2019

“Tus pecados quedan perdonados”



“Tus pecados quedan perdonados” (Mt 9, 1-8). Le presentan a Jesús un paralítico pero no para que le cure la parálisis, sino para que le perdone sus pecados: esto se deduce del hecho de que Jesús le dijera: “Tus pecados te son perdonados” y que no lo curara, en primera instancia, de su parálisis. Es decir, tanto el paralítico como los que lo llevan –y así lo interpreta también Jesús-, no buscan el milagro de la curación física, sino el perdón de los pecados. Por esta razón es que Jesús, sólo después de haber leído los pensamientos de algunos de los asistentes en los que era acusado de “blasfemo” -puesto que sólo Dios podía perdonar los pecados-, sólo entonces, es que Jesús realiza el milagro de la curación física del paralítico: “Para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados -dijo al paralítico-: Ponte en pie, recoge tu camilla y vete a tu casa”. Jesús hace el milagro de la curación del paralítico sólo después de perdonar los pecados de éste y lo hace para que los que dudaban acerca del poder de Jesús de perdonar los pecados, tuvieran una prueba sensible de su poder invisible. Es decir, Jesús realiza el milagro de la curación física del paralítico para demostrar que verdaderamente tiene poder para perdonar los pecados: si Él es Dios -sólo Dios puede hacer un milagro de tal magnitud, una curación física de esa envergadura-, entonces Él puede perdonar los pecados, porque sólo Dios puede perdonar los pecados.
Además de resaltar la condición de Jesús de ser Hijo de Dios, con el consecuente poder de perdonar los pecados, del episodio del Evangelio se destacan, por un lado, la conciencia delicada del paralítico y su amor por la gracia, puesto que él acude a Jesús no para que lo cure físicamente, sino para que le perdone Jesús los pecados; por otro lado, queda de manifiesto la malicia de los que murmuran contra Jesús, porque si es cierto que sólo Dios puede perdonar los pecados, al hacer el milagro de la curación física del paralítico, Jesús demuestra que Él es Dios y que puede efectivamente perdonar los pecados, con lo cual, si alguien persiste en el rechazo de Jesús, este rechazo es infundado y sólo revela malicia en el corazón.
Reconozcamos a Jesús en cuanto Dios y, a imitación del paralítico, que nos preocupe antes la salud del espíritu que la del cuerpo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario