domingo, 27 de septiembre de 2020

“Había un hombre que arrendó su viña”

 


(Domingo XXVII - TO - Ciclo A – 2020)

          “Había un hombre que arrendó su viña” (Mt 21, 33-43). Para entender qué significado tiene, en el contexto del misterio salvífico del Hombre-Dios Jesucristo, la parábola de los viñadores homicidas, hay que determinar primero qué significado sobrenatural tienen cada uno de sus elementos naturales. Así, el dueño de la viña es Dios Padre; el heredero, al cual Él envía y los viñadores homicidas lo asesinan, es Cristo Jesús, el Hijo de Dios encarnado, la Segunda Persona de la Trinidad humanada, que muere en la Cruz a manos de los hombres pecadores; la viña es, primero la Sinagoga, Iglesia de Dios Uno y en el que se encuentran los miembros del Pueblo Elegido y después la Iglesia Católica, la Iglesia del Dios Uno y Trino, en la que se encuentran los bautizados en nombre de Cristo, los integrantes del Nuevo Pueblo Elegido; los mensajeros enviados por el dueño para cobrar la renta son los justos y profetas del Antiguo Testamento, muchos de los cuales fueron asesinados en su misión de anunciar la Llegada del Mesías; los viñadores asesinos son los fariseos, escribas y doctores de la ley que, apoderándose de la Ley, de la Sinagoga y de la Religión del Dios Verdadero, se opusieron con todas sus fuerzas al Mesías, el Hijo de Dios, Cristo Jesús, cometiendo finalmente el deicidio, al condenarlo a muerte en la Cruz; la muerte del hijo del dueño a mano de los viñadores homicidas es la Muerte Redentora de Cristo Dios en la Cruz, muerte por la cual derrota a los tres grandes enemigos del hombre, el Demonio, el Pecado y la Muerte, y con la cual consigue además la gracia santificante, que convierte a los hombres, de simples creaturas, en hijos adoptivos de Dios y en herederos del Reino de los cielos.

          “Había un hombre que arrendó su viña”. Nosotros, los bautizados en la Iglesia Católica, formamos el Nuevo Pueblo Elegido, los nuevos viñadores, que estamos llamados a trabajar en la Iglesia para la conversión eucarística y la salvación de las almas. No nos comportemos como los viñadores homicidas, matando la verdadera fe en nuestros hermanos y procuremos que todos lleguen al conocimiento y amor de Jesús Eucaristía, es decir, procuremos la conversión eucarística aquí en la tierra, para que luego tengamos una feliz eternidad en los cielos.

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