domingo, 21 de mayo de 2023

“Padre, glorifica a tu Hijo”

 


“Padre, glorifica a tu Hijo” (Jn 17, 1-11). En la Última Cena, Jesús ora al Padre por sí mismo, pidiéndole que “lo glorifique”. Se trata de un pedido de glorificación para su Humanidad Santísima, puesto que Él en cuanto Dios Hijo, en cuanto Persona Segunda de la Trinidad, ya posee la gloria divina desde toda la eternidad, comunicada por el Padre desde toda la eternidad. Ahora pide la glorificación de su Humanidad, Humanidad que está unida a su Persona divina y que es Purísima, Inmaculada, castísima. Y el Padre le concederá lo que Jesús le pide, porque glorificará a su Humanidad, aunque no antes de haber pasado por la Pasión y Muerte en el Calvario. La Humanidad de Cristo será glorificada plenamente, el Domingo de Resurrección, pero luego de haber pasado por los dolores excruciantes de la Pasión y de la Crucifixión.

Y esa gloria que Jesús ganará al precio de su Sangre Preciosísima derramada en la Cruz, será la que comunicará a su Iglesia, a través de los Sacramentos. Quien reciba los Sacramentos recibirá la gracia santificante en esta vida y la gloria divina en la vida eterna.

Penosamente, la inmensa mayoría de los católicos desprecia y deja de lado, por considerarlos inútiles y fuera de época, a los Sacramentos de la Iglesia Católica, sin darse cuenta de que contienen en germen la gloria de la divinidad, la gloria de la Trinidad, obtenida para nosotros por pura misericordia por parte de Jesucristo. Muchos se darán cuenta del error -quiera Dios que se den cuenta a tiempo- que cometieron al despreciar los Sacramentos, porque de esta manera se cierran a sí mismos la Puerta del Reino de los cielos, abierta para nosotros por la Sangre del Cordero derramada en la Cruz.

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