lunes, 12 de junio de 2023

“El que cumpla y enseñe los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”

 


“El que cumpla y enseñe los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”. (Mt 5, 17-19). En estos tiempos de anomia, es decir, de ausencia casi total y absoluta de valores morales y espirituales, en donde el obrar bien es visto como sinónimo de atraso propio de épocas pasadas y como signo de debilidad, Jesús nos recuerda no solo los Mandamientos de la Ley de Dios, sino cómo el vivir y cumplir los Mandamientos divinos con un corazón puro y desinteresado, que ama a Dios por sobre todas las cosas, tiene su recompensa en el Reino de los cielos: “El que cumpla y enseñe los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”.

Nuestros días se caracterizan precisamente no solo por no vivir según los Mandamientos de la Ley de Dios, sino por el vivir y cumplir los mandamiento de Satanás, expuestos en Biblia sacrílega satánica. Esto es así porque no hay una posición intermedia: o se cumplen y se viven los mandamientos de la Ley de Dios, o se cumplen y se viven -aunque la persona no se dé cuenta de ello- los anti-mandamientos de la ley satánica, cuyo estandarte principal y primer y más importante mandamietno es: “Haz lo que quieras”. Es decir, deja de lado los mandamientos de ese Dios opresor y libérate y una de las formas de hacerlo es hacer lo que te plazca. Y puesto que el hombre está contaminado con el pecado original, todo lo que amará será concupiscencia de la carne y de los sentidos, lo cual va en una dirección completamente opuesta a la vida eterna que Dios nos tiene preparada en el Reino de los cielos.

 “El que cumpla y enseñe los Mandamientos será grande en el Reino de los cielos”. En nuestros días, en los que prevalece el espíritu anti-cristiano por todas las sociedades de todo el mundo, llevar la Ley de Dios impresas en en la mente y en el corazón, y aplicarlas de forma concreta en el vivir de todos los días, aun cuando parezcan pequeñas cosas, al estar dirigidas por el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, nos asegura algo que ni siquiera podemos imaginar, debido al esplendor y majestad al que estamos destinados, el Reino de Dios.

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