domingo, 4 de junio de 2023

“No es Dios de muertos, sino de vivos”

 


“No es Dios de muertos, sino de vivos” (Mc 12, 18-27). Los saduceos, que no creen en la resurrección, tratan de tender una trampa a Jesús presentándole el hipotético caso de una mujer que enviuda siete veces; con este ejemplo, piensan que así niegan la resurrección, porque si hubiera resurrección, la mujer no podría ser esposa de los siete esposos. Con este ejemplo absurdo, los saduceos demuestran no entender ni la doctrina de la Escritura ni el poder de Dios, porque conciben erróneamente la manera de existir de los que resucitan de entre los muertos: piensan que la vida futura es una mera prolongación de las condiciones de la vida presente. Sin embargo, no es así, puesto que Dios, con su omnipotencia, transformará con su gloria de tal manera los cuerpos resucitados, que “ya no podrán morir, porque serán semejantes a los ángeles”, como les dice Jesús. Aquí, en la tierra, el matrimonio entre el varón y la mujer es una institución terrena fundamental para la preservación de la raza humana, pero en el cielo, aquellos que resuciten en la gloria de Dios, serán inmortales y sus almas y cuerpos glorificados los harán semejantes a los ángeles y así estarán libres de toda preocupación referente al matrimonio o a cualquier asunto temporal.

Muchas veces los cristianos actuamos como los saduceos, en el sentido de que damos demasiada importancia a las cosas de la tierra, con lo cual negamos u olvidamos, en la práctica, la vida futura en el Reino de Dios. Deberíamos por lo tanto reflexionar más acerca de la vida eterna que nos espera al traspasar los umbrales de la vida terrena, ya que estamos en esta vida no para vivir para siempre aquí en la tierra, sino para ganarnos un lugar en el Reino de Dios.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario