martes, 13 de junio de 2023

“Si no sois mejores que los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”

 


“Si no sois mejores que los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos” (Mt 5, 20-26). Jesús les advierte a sus discípulos -y por lo tanto, también a nosotros- que, si no son mejores que los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los cielos. Para profundizar su advertencia, pone un ejemplo tomando al Quinto Mandamiento que dice: “No matarás”. Jesús les recuerda que, según ese mandamiento, si alguien cometía un homicidio, debía ser procesado, enjuiciado y, obviamente, debía ser encarcelado. Sin embargo, les dice también Jesús que, a partir de Él, ahora las han cambiado: ya no basta con “no matar”, para ser enjuiciado y recibir una condena; ahora, a partir de Jesús, ya no es suficiente con solo “no matar” para recibir una condena; ahora, a partir de Jesús, quien albergue pensamientos o sentimientos de enojo, ira, rencor, venganza, contra el prójimo, comete un pecado que lo hace culpable ante el Justo Juez, Dios Trinidad.

Esto se debe a que, por la gracia santificante, el alma se hace partícipe de la vida divina trinitaria, lo cual implica, por una parte, que el alma esté ante la Presencia de Dios Trino, de manera análoga a como lo están los ángeles y santos en el cielo; por otra parte, implica que Dios Uno y Trino, las Tres Divinas Personas de la Trinidad, inhabiten en el alma en gracia y si esto es así, ya no las acciones externas del hombre son notorias a Dios, sino ante todo cualquier mínimo pensamiento, del orden que sea, bueno o malo, es pronunciado ante Dios y esa es la razón por la cual el cristiano debe “ser mejor” que los escribas y fariseos. Si antes bastaba con no decir nada exteriormente a un prójimo con el que se estaba enemistado, ahora, a partir de Jesús, cualquier pensamiento negativo hacia el prójimo -rencor, enojo, venganza, ira- ya es un pecado cometido ante la presencia de Dios y por lo tanto, debe ser confesado; en caso contrario, es decir, si no se confiesa ese pecado, el pecador impenitente debe afrontar el castigo divino.

“Si no sois mejores que los fariseos, no entraréis en el Reino de los cielos”. Lo que nos pide Jesús, el “ser mejores que los escribas y fariseos”, no se limita a un buen comportamiento externo ni a simplemente tener buenos pensamientos acerca de nuestro prójimo: quiere decir que debemos ser “perfectos” –“Sean perfectos, como mi Padre es perfecto, dice Jesús- y esa perfección nos la concede solamente la gracia santificante, recibida en la Confesión y en la Eucaristía. De esto se deduce la importancia de la confesión sacramental frecuente -cada veinte días- y la Comunión Eucarística en estado de gracia. Sólo así seremos lo que Jesús quiere que seamos, “hijos adoptivos del Eterno Padre”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario