miércoles, 9 de abril de 2014

“Abraham, el padre de ustedes, se alegró pensando ver mi día”


“Abraham, el padre de ustedes, se alegró pensando ver mi día” (Jn 8, 51-59). Los fariseos reclaman la paternidad de Abraham, pero Jesús les dice que sus obras muestran que no son verdaderos hijos de Abraham. Las intenciones homicidas –“Buscáis matarme porque mi palabra no ha sido recibida por vosotros”- y la resistencia voluntaria a la verdad celestial son una clara muestra de que los fariseos han renunciado voluntariamente a esta paternidad. La conducta homicida –buscan matar a Jesús- y la herejía –cuando Jesús dice que su palabra no ha entrado en sus corazones quiere decir que han reemplazado su Evangelio por palabras humanas-, demuestran que los fariseos están al servicio de una falsa divinidad (1) -Satanás, el "Padre de la mentira, como lo llama Jesús-. Su conducta hostil y agresiva hacia Jesús, el Cristo, manifiesta claramente que están al servicio del Príncipe de las tinieblas y que utilizan sus armas, la mentira, la calumnia, la difamación, e incluso el homicidio, como lo harán con el mismo Jesús cuando lo crucifiquen. Más adelante, Jesús se los dirá explícitamente: “Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis hacer los deseos de vuestro padre. Él es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad”. Esta apostasía de los fariseos finalizará con el deicidio de Jesús, lo cual prueba el alto precio que el alma paga por la mentira: el apóstata, el hereje, el que reniega de la Verdad revelada que es Cristo, paga un muy alto precio por su apostasía, porque el que reniega de Cristo, reniega de Dios Padre y adopta por padre al Príncipe de la mentira, Satanás, “homicida desde el principio” y Satanás conduce, por la mentira y la calumnia, al deicidio, es decir, a la crucifixión de Jesucristo. El que reniega de Cristo, se convierte en mentiroso y homicida y, peor aun, en deicida, y eso es lo que les sucede a los fariseos.
Ahora bien, esto que sucedió con Cristo, que fue traicionado y llevado a la cruz por medio de la mentira y la calumnia proveniente de hombres religiosos y apóstatas, sucederá con la Iglesia y con los verdaderos discípulos de Cristo al fin de los tiempos, antes de la Parusía, antes de su Segunda Venida, según el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. Núm. 675): “Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes. La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra desvelará el “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne”.
Por lo tanto, la mentira dentro de la Iglesia, será el criterio que permitirá reconocer a los que pertenezcan al Anticristo o a Cristo antes de la Segunda Venida. El surgir de los apóstatas en el seno de la Iglesia será la señal de la aparición del Anticristo; la apostasía será la señal de que la Segunda Venida de Cristo es inminente.




[1] Cfr. B. Orchard et al., Comentarios al Nuevo Testamento, Tomo III, Editorial Herder, Barcelona 1953, 728.

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