lunes, 24 de noviembre de 2014

“¿Cuál será la señal?” “Muchos dirán: ‘Soy Yo’, y oirán hablar de guerras y revoluciones, pero no será tan pronto el fin”


“¿Cuál será la señal?” “Muchos dirán: ‘Soy Yo’, y oirán hablar de guerras y revoluciones, pero no será tan pronto el fin” (Lc 21, 5-9). Los discípulos preguntan a Jesús “cuál será la señal” de que su Segunda Venida en la gloria o Parusía se acerca. Jesús no da una señal directa, pero sí da una señal indirecta: cuando se presenten muchos falsos mesías, muchos falsos cristos, que digan: “Yo soy el cristo”; también, “el tiempo está cerca”; además, habrán en el mundo “guerras y revoluciones”, pero no será todavía “el fin”. Es decir, todas estas señales, no son “señales del fin”, sino señales que preanuncian el inicio del fin.

Es deber del cristiano leer los signos de los tiempos, porque así lo dice Jesús: “Saben si va a llover o no, pero no saben leer el signo de los tiempos”, y en nuestros tiempos abundan los falsos mesías de la Nueva Era y las guerras y revoluciones. Es por eso que debemos preguntarnos: ¿estamos en los tiempos que anuncian el inicio de las señales de la Segunda Venida de Jesús? La respuesta es que -con toda probabilidad- sí. Sin embargo, más allá de eso, es deber del cristiano vivir en gracia, para estar preparados para la llegada de Jesucristo a su vida personal y a su existencia, puesto que Jesucristo llegará a la vida de cada uno “como el amo que regresa de una boda, a medianoche, de improviso”, y entonces, el cristiano debe estar “vigilante”, como el siervo “atento, con las vestiduras ceñidas y con la lámpara encendida” (cfr. Lc 12, 35), es decir, en actitud de servicio, obrando la misericordia, y con el alma en gracia; el cristiano debe estar “vigilante”, porque Jesús vendrá “como un relámpago” (cfr. Mt 24, 27) que cruza la noche, de improviso; vendrá “como el ladrón” (cfr. Mt 24, 43-44), al cual el amo de casa no sabe cuándo ni por dónde habrá de entrar. 
Entonces, más importante que saber cuándo será la Segunda Venida -aun cuando estarían comenzando a darse las señales que la anuncian-, es más importante, para el cristiano, el estar en estado de gracia permanente. De esa manera, sea que Jesucristo llegue hoy, mañana, pasado, o en cincuenta años, el cristiano estará con sus vestiduras ceñidas, con su lámpara encendida y con su corazón ardiente de amor, listo para recibir a Nuestro Señor Jesucristo, que viene para juzgar al mundo, y en esa espera, en todo momento, repite, en el silencio de su corazón, con todo el amor con el que es capaz: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22, 20).

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